A Dvaitavana

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“Un día, un pequeño grupo llegó a Kamyaka. Era Krishna, acompañado por Dhristadyumna, Dhrishtaketu y los hermanos Kekaya, todos famosos en el mundo por su valor en la guerra. Habían venido a visitar a los Pandavas para saber cómo vivían en el bosque y para discutir sobre los Kuravas.

‘Mira’, le dijo Krishna a Yudhisthira, ‘ahora puedo marchar con mi ejército a Hastinapura y destruir a vuestros enemigos. El mundo necesita gobernantes virtuosos, no demonios como Duryodhana y sus dignos compañeros’.

‘No, Krishna’, respondió el Pandava. ‘El gobernante debe ser siempre piadoso y es importante que este no se desvíe nunca del sendero de la virtud, cosa que nuestro primo hace continuamente, pero ahora tengo una deuda con él que va a terminar en trece años. Después del transcurso de dicho tiempo, podremos finalmente hacerle pagar como se merece. Pero solamente después de ese tiempo.’

Sin embargo, a pesar de las sabias palabras pronunciadas por Yudhisthira, todos se sintieron en favor de una guerra inmediata; Krishna mismo se llenó de ira con los Kuravas,ira que contrastaba con la belleza trascendental de su cara, por lo que daba aún más miedo. Así que este dijo:

‘Juro que no pasarán muchos días después de haber terminado los próximos trece años sin que la tierra pueda beber la sangre de los hijos de Dhritarastra y de todos aquellos que los han apoyado.’

Ese día también Draupadi, con la presencia de Krishna y de su hermano Dhristadyumna, era incapaz de contener el dolor, dando rienda suelta a toda la amargura. Krishna la consoló con palabras gentiles.

‘Estimada Reina, todo esto no habría sucedido si yo hubiera estado en Jayanta. Por desgracia yo estaba comprometido en una dura lucha contra Shalva y por esta razón no pude intervenir.

Pero no te preocupes demasiado, casta señora, porque este exilio pronto va a terminar y Duryodhana, que en este momento está gozando de los resultados de sus actividades impías, pronto pagará siendo castigado por sus malas acciones.’

Krishna había hecho una pausa para contar la historia de la batalla en la cual fue el adversario del poderoso demonio Shalva.

Al día siguiente, los visitantes partieron, dejando a los Pandavas llenos de un coraje renovado.

 

Posteriormente a la visita de los Vrishnis, los Pandavas decidieron abandonar Kamyaka y moverse a Dvaitavana, un hermoso bosque que Arjuna había visitado durante su peregrinación anterior.

Tan pronto como llegaron, Yudhisthira fue a rendirle homenaje a los sabios que vivían en ese lugar y recibieron los saludos de todos llenos de profundo afecto. Al hijo de Dharma le gustaba mucho la atmosfera particular del bosque, la paz, la serenidad, el paisaje natural y virgen, las prácticas de yoga y meditación, y sobre todo la compañía de los que habían renunciado a los placeres del mundo para asegurarse la liberación y el retorno al universo espiritual de origen.

En un lugar paradisíaco de Dvaitavana, los hermanos construyeron cabañas sencillas que iban a ser sus hogares por mucho tiempo. En ese lugar Yudhisthira fue capaz de recuperar la tranquilidad mental que creía perdida.

 

Un día vino a visitarlos uno de los Rishis más ilustres de aquella época, Markandeya, quien a causa de su avanzada edad había sido testigo de los acontecimientos de muchos yugas, y, sin embargo, a causa de sus poderes místicos y de las bendiciones de Shiva, había mantenido su cuerpo joven y fresco como el de un joven. Markandeya permaneció con ellos varias semanas y les contó historias maravillosas, incluyendo la del príncipe Nala. Luego, con la promesa de volver pronto, se marchó.

 

Ya hemos mencionado que Yudhisthira amaba la vida en el bosque, ya que tenía el alma de un asceta, de un filósofo contemplativo. Disfrutaba de largas discusiones con los Rishis y de disciplinas espirituales. Sin embargo, lo mismo no puede decirse de los otros hermanos ni de Draupadi. A Bhima, especialmente, no se le había enfriado la terrible furia que tenía desde los tiempos de Jayanta; por eso seguía entrenándose con gran determinación y con frecuencia se podían oír los insultos y las amenazas que lanzaba contra Duryodhana y sus hermanos. Yudhisthira era feliz, pero los otros cinco no lo estaban en lo absoluto. Ellos vivían a la espera de la venganza.

Una noche, incapaz de contenerse, Bhima y Draupadi se desahogaron.

‘Tú no eres un verdadero Kshatriya’, dijeron. ‘Tú eres un Brahmana nacido en la familia equivocada. Pero nosotros, que pertenecemos a la raza guerrera no podemos disfrutar de esta vida como haces tú; nosotros queremos actuar, vengar la injusticia sufrida. Queremos matar a los malvados que nos han humillado. Todo esto ha sucedido por causa de tu apego al juego, al no haber sido capaz de resistir a la tentación del juego de azar.’

‘No, están equivocados’, contesto él. ‘Mi intención no es para nada disfrutar de esta situación así tan serenamente, pero siendo un Kshatriya de nacimiento mi propensión es toda hacia el cumplimiento de mis deberes naturales. Tenemos el deber de proteger a las personas con un gobierno que refleje las leyes del Señor Supremo, y esas son estas mismas leyes, las cuales no nos permiten romper las promesas.

Aunque hemos sido engañados, perdimos el juego y prometimos que pasaríamos doce años en los bosques y el décimo tercero de incógnitos.

El tiempo pasará como un relámpago y pondrá fin a este exilio; y luego vamos a actuar como le corresponde a un Kshatriya. Nos encontraremos con los Kuravas en el campo de batalla y los exterminaremos desde el primero hasta el último.’

El tono de su voz era tan fogoso y apasionado que los demás quedaron tranquilos.”

 

Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.

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