Pero un Raksasa había logrado escapar. Su nombre era Akampana y poseía poderes místicos gracias a los cuales podía viajar por el aire a gran velocidad. Huyó a Lanka, la ciudad de Ravana.
Akampana le contó al rey todo lo sucedido y describió el asombroso poder de Rama y la belleza divina de Sita.
“Ese hombre pelea inconcebiblemente,” dijo sin aliento. “Él solo pudo exterminar a catorce mil de nosotros con la fuerza y habilidad que tú conoces bien. Fue tan rápido en la lucha que solo se veían flechas en el aire y los cuerpos de nuestros guerreros mutilados en muchas partes. Nos tomó por sorpresa, no esperábamos un guerrero así, ni pensamos que existiera entre los mortales.”
Akampana se detuvo un momento para recuperar el aliento.
“Mientras luchaba,” prosiguió diciendo, “vi a una mujer de indescriptible belleza escondida en las laderas del cerro cercano. Me di cuenta de que era su esposa; Surpanakha nos la había descrito. Francamente te digo que en toda la creación no existe una mujer tan hermosa. Mientras huía, no podía dejar de pensar en esa belleza celestial. ¡Y pensé que sería la compañera digna de ti y de tu grandeza! Cuando la veas comprenderás el significado de la belleza. Y cuando Rama se vea privado de su amada esposa, podremos matarlo fácilmente y vengar el insulto que nos ha hecho. Gran rey Ravana, secuestra a Sita y destruye a Rama.”
Esta es una sección del libro “Ramayana (Tal como es)”, en Espanol.
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