“Se iniciaron los preparativos.
Ante todo, se necesitaba encontrar un Brahmana lo suficientemente cualificado para guiar el complicado ritual, y en referencia a este punto, se pusieron inmediatamente de acuerdo: nadie como el gran Vyasa habría sido capaz de hacerlo con la exacta maestría.
El segundo paso sería conseguir la aceptación por todos los Reyes de Yudhisthira como emperador y recaudar los tradicionales impuestos. Esta empresa requería un gran valor en el combate, por lo cual, después de llamar a los hermanos, el primer hijo de Pandu dijo:
‘Vayan por todas las tierras del mundo, pidan los tributos y sometan a los gobernantes de los diferentes reinos. Sólo si alguno se negara, tendrían que enfrentarse a él y someterlo por la fuerza, pero traten de no crear enemigos. En lugar de eso, hagan amistades y alianzas.’
Yudhisthira encomendó la conquista del norte a Arjuna, la del este a Bhima, la del oeste a Nakula y la del sur a Sahadeva.
Escoltado por un gran ejército de guerreros veteranos y sin miedo, Arjuna procedió en la dirección de los picos del Himalaya, y redujo a la obediencia a los gobernantes de las tierras visitadas, empleando, dependiendo de la situación de los casos, la diplomacia o la fuerza militar.
Al llegar a Prajyotisha quizo conocer sobre el gran Bhagadatta, de quien se decían cosas fabulosas sobre su rectitud y su valor en la batalla; el mismo Pandava pudo constatar cómo esos rumores no eran infundados: este se negó a pagar los impuestos sin antes haber sido derrotado en un duelo, Bhagadatta mantuvo a Arjuna en un combate extenuante. Este último fue el vencedor y le rindió grandes respetos al anciano y noble guerrero.
Continuando su marcha, cruzó y conquistó muchos otros reinos, incluso se detuvo a visitar lugares sagrados y bellos y maravillosos retiros en los bosques menos visitados por los humanos. Entre otros, venció a los hermanos Trigartas, quienes siempre habían sido grandes amigos de Duryodhana y enemigos jurados de los Pandavas.
Ahora bien, en la montaña Meru, se deleitó ante la visión de la belleza de las grandes alturas del Himalaya.
Finalmente regresó a Indra-prastha, trayendo consigo riquezas incalculables.
Al mismo tiempo, Bhima, al mando de sus tropas, se dirigió hacia el este, obteniendo no menores triunfos que su hermano menor. Obviamente, sin estar obligados a pelear con ellos en combate, obtuvo el consentimiento y los tributos del Rey de los Panchalas, de su suegro Drupada y del Rey de Mithila.
Al llegar a Chedi, Sishupala lo recibió con todos los honores y aceptó a Yudhisthira como emperador. Al cruzar Koshala, Ayodhya y muchos otros reinos, obtuvo grandes victorias en la batalla. También volvió trayendo consigo inmensas riquezas.
Nakula se dirigió hacia el oeste, haciendo sólidas amistades y llevando resonantes victorias de monarcas que no querían someterse al dominio de los Pandavas.
Sahadeva no fue menos valiente. Encontrándose con el hostil Dantavakra, lo derrotó y le exigió enormes impuestos, como ocurrió con muchos otros monarcas, incluyendo a Nila, quien también estaba protegido por el Deva Agni. Entre aquellos que no les fueron hostiles estuvieron su primo Ghatotkacha y Vibhishana, el viejo Rey de Lanka, con quien entabló una amistad. Rodeado de un halo de gloria, el valiente Sahadeva, el último de los hermanos regresó a Indra-prastha.
Apenas los Pandavas estuvieron de regreso en la capital, gracias a todas aquellas riquezas, los preparativos comenzaron a efervecer. Y como había ocurrido durante la inauguración de la Sabha, se enviaron invitaciones para el sacrificio a la mayor brevedad. Nakula fue personalmente a invitar a Krishna, el cual partió unos días más tarde.
Por segunda vez en un corto período de tiempo Indra-prastha era un tumulto de gente, todos ansiosos de presenciar el magnífico sacrificio. Para no llamar atención y no provocar conflictos, fueron enviadas también invitaciones a los primos. El mismo Duryodhana ayudó en la realización del sacrificio, estando al cuidado de la tesorería. Esta tarea le hizo ver por sí mismo las riquezas incalculables que circulaban en las arcas de los parientes que odiaba; un patrimonio que ni él ni sus hermanos podrían haber soñado poseer. Pero no hizo ningún comentario, sino que lo mantuvo todo su interior.
El Rajasuya fue un gran éxito. Todos los sabios presentes bendijeron continuamente al virtuoso Yudhisthira y a sus hermanos, alegando que nunca habían visto un yajna tan hermoso y opulento. Sólo Narada estaba en silencio; su ojo profético podía ver en el tiempo los acontecimientos terribles que ocurrirían.”
Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.
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