“Durante todo el año, los espías de Duryodhana habían viajado constantemente alrededor del mundo, con la esperanza de encontrar a los Pandavas o al menos algún rastro de ellos, pero hasta entonces, sus investigaciones habían sido infructuosas. Uno tras otro había regresado a Hastinapura sin noticias.
Un día, en la sala de concejo, comenzó a hablar de los Pandavas.
‘Mis emisarios más hábiles están de vuelta’, dijo Duryodhana, ‘sin haber encontrado indicio alguno. Tal vez mis primos murieron en el bosque por el hambre o la enfermedad, o tal vez cayeron víctimas de algun Rakshasa. Si se tratara de nuestra preocupación esto estaría terminado.’
‘No te engañes’, dijo Bhishma. ‘Los hijos de Pandu no son de los que mueren en un bosque. Prepárate para su regreso.’
A Duryodhana siempre le había molestado la manera en cómo este último, Bhishma, y el propio Drona hablaban sobre los Pandavas; de la forma en que los describían, como si fueran los únicos valientes del mundo.
‘Si no están muertos en el bosque, nos encontraremos con ellos sin temor en el campo de batalla’, ripostó Duryodhana ásperamente.
Todo el mundo estaba perfectamente consciente de que un par de días después sería la expiración de los trece años, luego de lo cual el compromiso expiraría y Yudhisthira y los Pandavas serían libres para tomar venganza de las torturas a las que fueron sometidos. Todo el mundo sabía cuáles serían las reacciones de Bhima, de Arjuna, de los gemelos, de Dhristadyumna, de Krishna y del mismo Yudhisthira. Nada los detendría.
Por esta razón, los ancianos y el primo de Dhritarastra trataron de convencer a Duryodhana de pedir la paz cuando los primos fueran presentados para recuperar su reino. Pero su actitud no dejó ninguna esperanza para nada bueno, por lo que comenzó a prevalecer entre ellos un profundo pesimismo.
Al día siguiente llegaron informantes que habían sido enviados a Matsya y quienes relataron los últimos acontecimientos relativos a Kichaka y la extraña matanza de su familia. La cosa era demasiado evidente para no despertar sospechas. Duryodhana y sus amigos más cercanos se reunieron en secreto.
‘En toda Bharata-varsha se pueden contar los hombres que podrían enfrentarse a Kichaka’, pensó en voz alta el Kurava, ‘y uno de ellos es Bhima. Amigos, puede que los hayan encontrado y que se hayan estado escondiendo donde Virata.’
Entre los amigos de mayor confianza de Duryodhana estaba Susharma, el Rey de Trigarta, quien albergaba un odio visceral por los Pandavas, en particular por Arjuna desde que fue sometido durante la campaña militar por el Rajasuya.
‘La noticia de la muerte de Kichaka me hace feliz’, dijo, ‘porque esto nos da una nueva perspectiva. Siempre habíamos tratado de conquistar el reino de Virata, pero nunca lo conseguimos precisamente por el valor de este general. Estoy convencido de que los Pandavas se esconden allí. Propongo el obligarlos a traicionarse a sí mismos, a mostrarse, de modo que podamos enviarlos de nuevo al bosque. Tengo un plan, escúchenlo.’
Y Susharma propuso una idea diabólica: sus tropas invadirían el territorio desde el sur de Matsya, apoderándose de los rebaños y obligando a que Virata se apresurara a defender la propiedad de sus ciudadanos. Y al día siguiente, mientras que una parte del reino estaría virtualmente sin protección, los Kurus atacarían desde el norte. De esta manera, los Pandavas se sentirían obligados a intervenir para ayudar a Virata, con quien tenían una deuda de gratitud. Si esa estrategia funcionaba, los podrían reconocer.
Después de haber estudiado todos los detalles y de haber resuelto muchos problemas tácticos, todos estuvieron de acuerdo con el proyecto.
Comenzaron los preparativos para la expedición de guerra.”
Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.
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