“Vyasa, observando a los dos ejércitos sin límites que pertenecían a sus descendientes, alineados uno en el oeste y el otro al este, gracias a sus poderes de clarividencia, con nitidez podía desplazarse por la página del futuro de la sangrienta batalla de Kurukshetra. Fue entonces cuando decidió ir a Hastinapura a encontrarse con su hijo Dhritarastra.
‘La guerra que se ha preparado en la conciencia durante estos largos años se ha convertido ahora en una realidad’, dijo. ‘He visto a los dos ejércitos desplegados en posición de combate en las orillas del Ganges, y te advierto que solo transcurrirán unos pocos días a partir de ahora y te encontrarás llorando la pérdida de las personas que más quieres.’
Dhritarastra no respondió. Él sabía que lo que Vyasa le revelaba resultaría ser una amarga verdad, pero dentro de sí permanecía un rayo de esperanza, alimentada por la seguridad que se derivaba de la inmensa fuerza de su ejército.
‘Si quieres observar lo que sucederá en Kurukshetra te puedo dar la oportunidad de ver lo que advendrá en el campo de combate’, agregó.
‘Padre mío’, ripostó él, ‘yo no deseo ver la masacre fratricida que tendrá lugar a partir de mañana, pero no quiero ignorar la realidad de los hechos. Quiero asegurarme de que me puedan relatar todo con el más mínimo detalle.’
‘Así será. Concederé a Sanjaya el poder de ver simultáneamente lo que estará sucediendo en todos los rincones de la tierra de Kurukshetra. Podrás percibir los sentimientos y captar los pensamientos más íntimos de los que estén a punto de morir o de los que van a sobrevivir, y también cuando se encuentren en el campo de batalla, serás invulnerable a cualquier arma.
Se aprestan terribles momentos, hijo mío, continuó diciendo Vyasa, y te prevengo de que, sin lugar a dudas, la victoria no podrá ser de tus hijos.’
Dicho esto, Vyasa se fue.
Con el ánimo perturbado y la mente en estado de agitación, Dhritarastra le pidió a Sanjaya le hablara de los muchos lugares y regiones sagradas de Bharata-varsha, para olvidar al menos por un tiempo la terrible ansiedad que lo oprimía.
Sanjaya, quien era un gran erudito, a continuación, le habló de problemas filosóficos delicados y controvertidos, tales como las tres subdivisiones de las entidades vivientes que pueblan el universo entero y la compleja interacción de los cinco elementos que componen el aspecto bruto de la creación material. Aun así, él describió lugares fantásticos como la isla de Sudarshana, Bharata-varsha y otros, enfocándose en cada detalle e incluso especificando la duración de la vida de sus habitantes.
Continuó hablándole durante varias horas y luego, cuando terminó el discurso, se fue al campo de batalla.
Sanjaya regresó a Hastinapura diez días más tarde.
‘Oh Rey, la política demoníaca de tu hijo ya está dando sus primeros frutos. Junto con otros numerosos Reyes y soldados, el gran e invencible Bhishma, quien le ha provisto a los primos en los primeros años de su vida como si hubieran sido sus hijos, el hijo de Ganga que posee perfecto conocimiento de los principios que rigen este mundo y el otro, que cayó al suelo herido de muerte, atravesado por cientos de flechas lanzadas por los arcos de Arjuna y Shikhandi, ahora están esperando el momento propicio llamado Uttarayana para recuperar sus restos mortales.’
Dhritarastra se sentía como fulminado; no podía encontrar las palabras para describir su dolor. Luego se recuperó, y alcanzó a decir:
‘¿Cómo ha sido esto posible? Bhishma era invencible e invulnerable a casi cualquier arma, y debía morir sólo cuando él lo hubiese deseado. ¿Cómo ha pasado? Si incluso logró confundir a Parasurama y a los Devas les hubiera gustado encontrarse con él en el campo de batalla. ¡Oh, Sanjaya! Satisface mi curiosidad; relata los acontecimientos de los primeros diez días de la batalla.’
Sanjaya se sentó a su lado y comenzó a hablar.
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