“Así,” continuó contando Vaishampayana, “Duryodhana, sus amigos y sus hermanos, todos de muy buen humor, se dirigieron a los bosques de Dvaita, acompañados de un gran contingente de soldados.
Al llegar, Duryodhana inspeccionó su manada de animales y al encontrarlos en óptimo estado de salud, distribuyó generosos donativos a los pastores. Debido a que hacía mucho calor, decidieron ir a refrescarse en las aguas de un lago cerca del bosque.
Sin embargo, mientras se acercaban, vieron que un nutrido grupo de soldados estaba acampando justo donde el Rey quería tomar un baño.
Enojado por el inconveniente, Duryodhana, irritado, ordenó a los mensajeros que fueran a decirle al comandante que despejara las orillas del lago. Los portavoces fueron presentados al general y le informaron las palabras de su monarca diciendo,
‘Nuestro señor, el glorioso descendiente de Bharata, el Rey Duryodhana, le ordena que quite el campamento y se vayan a otro sitio porque él ha elegido este lugar para bañarse y para que descansen los hombres y los caballos. Si no se van inmediatamente se verá obligado a mostrarles su poder militar.’
‘Nosotros somos Gandharvas’, replicó el otro, quien no se sintió intimidado por la amenaza en modo alguno, ‘y yo soy Citraratha, su Rey. Este lago no le pertenece a Duryodhana. Llegamos aquí antes que ustedes, por lo tanto, ni Duryodhana ni ninguna otra persona ordinaria nos puede pedir que abandonemos este lugar. Que se vaya a encontrar otro lago donde se pueda refrescar. En cuanto a su fuerza militar, dígale que esa sería la última de nuestras preocupaciones.’
Tan pronto como los soldados le informaron a Duryodhana de la respuesta del Gandharva, una gran ira se apoderó de su corazón y prontamente ordenó el ataque. Pero la batalla se volvió de inmediato un verdadero desastre: vencidos y masacrados por las armas divinas del Gandharva, los Kuravas, incluyendo a Karna, tuvieron que irse a la fuga. En el lugar sólo quedo Duryodhana, rumiando de rabia, quien tenía a través de la armadura el cuerpo esparcido de sangre y con flechas. Abandonado por todos, fue capturado en unos pocos minutos.
A lo lejos, los soldados Kuravas vieron a su Rey capturado por los Gandharvas, y conscientes de no ser capaces de oponerse por la fuerza de las armas, para liberarlo no vieron otra solución que ir a donde los Pandavas a buscar ayuda.
Cuando Bhima escuchó la historia se río en voz alta.
‘Había venido a burlarse de nosotros y mira lo que le pasó. Pobre Duryodhana. ¡Y él que confiaba tanto en Karna! ¿Dónde estaba él en el momento en que los Gandharvas capturaron a su amigo? Tenemos que ir a donde ellos y darles las gracias por lo que han hecho.’
Pero Yudhisthira no era de la misma opinión.
‘A pesar de los muchos dolores que hemos tenido que sufrir por su causa, dijo, Duryodhana sigue siendo un miembro de nuestra familia, y sus soldados han llegado hasta aquí para pedir protección y ayuda.
No podemos negarnos a intervenir. Aunque no lo merezca en absoluto y aunque su estado de ánimo sea tan oscuro como la noche, vamos a liberar al hijo de Dhritarastra.’
Entonces Arjuna fue a pedirle a los Gandharvas que liberaran a su prisionero. En la medida en que estos se negaron, así los Pandavas lucharon y los derrotaron gravemente. Al final Arjuna reconoció a Citrasena, el amigo, a quien le pidió que liberara a Duryodhana.
Citrasena aceptó.
Duryodhana, desmoralizado, se dejó poseer por un estado de profundo sufrimiento. Había venido a humillar y había sido humillado.”
Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.
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