El alma desciende a las formas de vida inferiores.

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Pregunta: Volvamos al momento de la caída. Dijiste que la jiva comienza su desventura en el nivel más alto posible en este universo. ¿Qué significa?

Los niveles más altos son los planetas superiores, donde viven seres dotados de características inimaginables para nosotros. No es cierto que el nuestro sea el único planeta del universo ocupado por seres vivos. Los Vedas nos informan que todos los planetas están habitados, incluso los que conocemos, incluida la Luna. Simplemente no tenemos la capacidad de percibir las entidades que los pueblan.

A partir de estos planetas comienza la historia de la jiva en este universo. Por otro lado, sería impensable creer que una jiva, por muy poderosa que esté “en el estado de semilla” como un pequeño Dios, caería inmediatamente a niveles inferiores de vida, para los cuales se necesita una estructura corporal sutil particular. La jiva desciende a un nivel digno de “su propia nobleza”, en lugares adecuados a su nivel espiritual. Pero al entrar en contacto con la materia, el alma individual comienza a intoxicarse de su propio poder, de la insospechada capacidad de disfrutar incluso sin la presencia de Dios, y es en este punto que comienza a cubrirse de características materiales cada vez más burdas, hasta llegar a envolverse en elementos reales.

Para ver qué “entidades” materiales la jiva viste gradualmente, recurramos al Bhagavad-gita.

“Tierra, agua, aire, fuego, éter, mente, inteligencia y ego falso; todos juntos, estos ocho constituyen Mi energía material separada”.[1]

Veremos más sobre la composición de la naturaleza material cuando la tratemos en los capítulos específicos. Por ahora, basta saber que a medida que el jiva se degrada, se va cubriendo cada vez más de capas de materia, empezando por la más fina, el falso ego (ahankara), y continuando con las siete restantes. Debido a la influencia de estos elementos materiales, la jiva olvida gradualmente su verdadera identidad y se identifica cada vez más con algo que no es (maya, aquello que no es).

Los Vedas llaman a este estado de cosas el “estado de vida ilusorio”: vivir pensando que eres algo que no eres y actuar en consecuencia. Es como el estado de locura del loco que se cree un pájaro y trata de volar. De manera similar, cuando la jiva se convence de que es parte de la naturaleza material, se comporta en consecuencia, con consecuencias desastrosas que rápidamente terminan en sufrimiento y frustración sin fin.

Hay 8.400.000 especies vivientes en el universo material. Empezamos a viajar y habitar en todos ellos y, en consecuencia, a vivir diversas experiencias: cada una en un cuerpo diferente, cada una con una gama de placeres y dolores, cada una con una identificación diferente.

A veces creemos que somos un deva, otras veces un hombre o una mujer, un perro, un gato, un insecto, un árbol, una brizna de hierba, un pez o incluso un mineral. Y, cada vez más confundidos y escandalizados por la ignorancia, cada vez, con plena y grotesca convicción, pensamos: este soy yo, y “ahora te mostraré cómo podré disfrutar de mi vida”.

Pero, muy rápida e implacable, la muerte llega y nos distrae de nuestras dolorosas ilusiones, nos arranca de nuestros sueños y somos arrastrados brutalmente por las leyes materiales hacia otros cuerpos. Donde puntualmente sufrimos.

Todo esto se repite durante miles de millones de años. Obviamente hace falta mucho para llegar a comprender el enorme error que estamos cometiendo.

[1] Bhagavad-gita 7.4

 

Esta es una sección del libro “La Filosofia del Bhakti Yoga”, en Espanol.

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