El chal de Sita y la batalla entre Sugriva y Bali

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Uno de los Vanaras que estaba en el grupo le entregó a Sugriva un chal y otros artículos. Se los dio a Rama.

“¿Son estos de Sita?” preguntó.

Al ver el chal y el brazalete de su amada, Rama los agarró y estalló en un grito de alegría, presa de una emoción muy fuerte.

“¿Cómo conseguiste estas cosas? ¡Son el chal y las pulseras de Sita!”

“Una noche estábamos en un claro no muy lejos de aquí,” dijo Sugriva, “cuando vimos una figura enorme en el cielo sosteniendo a una mujer joven que estaba llorando y luchando desesperadamente. Cuando nos vio, nos arrojó estos objetos que recogimos y conservamos. Inmediatamente después de tú contarme tu historia, me di cuenta de que le pertenecían.”

Así se selló definitivamente la alianza entre los dos.

Juntos prepararon el plan para desafiar y derrotar a Vali.

“Mi hermano es demasiado fuerte para ser tratado con justicia,” dijo Sugriva de inmediato. “Tenemos que buscar la manera de no encontrarnos cara a cara con él.”

“Tengo una idea,” replicó Rama. “Podríamos hacer eso. Lo desafiarás a un combate. Yo me esconderé cerca y mientras tú luchas, cuando él se distraiga, lo golpearé.”

Rama vio en el rostro de Sugriva el terror de tener que enfrentarse a su hermano, aunque fuera por unos minutos.

“No temas por tu vida. No te traicionaré; intervendré pronto,” le aseguró.

Sugriva no estaba nada entusiasmado con el plan, pero tenía plena fe en Rama, por lo que aceptó la idea y se fueron de inmediato a la ciudad. Cuando llegaron, Sugriva pasó por debajo de los muros y comenzó a gritar llamando a su hermano y desafiándolo a un duelo. Vali escuchó los gritos y se sorprendió por su temeridad. Salió corriendo del edificio y fue hacia Sugriva. Rama, escondido detrás de un árbol, observó la escena. Inmediatamente admiró la figura alta, ágil y poderosa de Vali y lamentó tener que matarlo.

Los dos hermanos se lanzaron uno contra el otro y lucharon furiosamente, sin límites. Rama colocó inmediatamente una flecha en el arco, pero no podía distinguir a uno del otro porque eran muy parecidos. Prefirió no arriesgarse a cometer un error fatal.

Mientras tanto, Sugriva no estaba bien y se preguntaba qué esperaba Rama para intervenir. Herido, sangrando, maltratado, y, como de costumbre derrotado por su hermano, Sugriva no pudo aguantar más y se retiró. Al llegar al escondite de Rama, Sugriva estaba visiblemente aterrorizado. Estaba jadeando.

“¿Pero, qué pasó?” cuestionó. “¿Por qué no interviniste? Vali casi me mata.”

“No pude hacer nada,” respondió el príncipe. “Ustedes son tan similares entre sí que me fue imposible distinguirlos. Pon esta guirnalda alrededor de tu cuello y vuelve a desafiar a Vali. Esta vez intervendré de inmediato.”

 

 

 

Esta es una sección del libro “Ramayana Tal Como Es”, en Espanol.

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