No mucho después de la iniciación de Sri Jiva, un gran erudito llamado Rupanarayana llegó a Vrindavana. Era uno de los más grandes profesores de la época y viajó continuamente con el único propósito de derrotar a cualquiera que se atreviera a aceptar su desafío en los debates públicos. Los derrotados luego ponían su firma en una hoja llamada jayapatra. Nadie pudo resistirse a él y por eso fue conocido como Dig-vijaya. Su presunción era tan grande como su sabiduría. Mientras tanto, la fama de los hermanos Rupa y Sanatana como eruditos se había extendido tanto que Rupanarayana había ido adrede a Vrindavana para encontrarse con ellos y derrotarlos en el debate. Pero los dos Gosvamis, considerando tales discusiones inútiles y considerando peligrosa la arrogancia causada por la erudición, se negaron a debatir y firmaron la jayapatra, manifestando con gran humildad que no estaban a su nivel. Cegado por la vanidad, en ese momento Rupanarayana pensó que se había vuelto invencible.
Antes de su partida supo del joven sobrino, Jiva Gosvami, quien también estaba rodeado por la reputación de un gran erudito. Pensando que su nombre agregaría crédito a su ya inmensa fama, Rupanarayana se acercó a él y le mostró la firma de sus tíos. Al ver esto, Sri Jiva se irritó e inmediatamente accedió a debatir. Maltratado, sudando frío por la ansiedad de no poder luchar contra el joven, Rupanarayana reconoció la derrota y se fue el mismo día, para no volver jamás.
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