El juego de dados

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Inundado por una gran multitud que se había reunido para la inauguración, el Sabha de los Kuravas estaba realmente estupendo.

Entre los invitados que estaban allí para dar una cálida bienvenida a los Pandavas estaban los Reyes que habían participado en el Rajasuya. Incluso a los Kuravas se les recibió bien, ocultando sus verdaderas intenciones. Acompañados en sus apartamentos, los hermanos pasaron una noche tranquila.

A la mañana siguiente, Duryodhana fue personalmente a invitarlos y les dijo:

‘Vengan a ver mi nuevo Sabha, el cual hice construir a  Jayanta para la ocasión. De seguro les va a gustar.’

Un poco tensos y nerviosos por la evidente falsedad apenas disimulada por la cortesía del primo, los Pandavas visitaron el palacio, alabándolo con palabras gentiles y llenas de admiración.

Después de terminar la visita, Sakuni dijo:

‘Ahora que hemos visto la admirable Sabha de los Kuravas, para festejar, diría que empecemos el juego de dados.’

‘Creo que el juego de dados es como el vino, que le quita al hombre cualquier capacidad de buen juicio’, dijo Yudhisthira, ‘tratando de evitar lo que irremediablemente le conduciría al desastre. La apuesta es como el veneno para los hombres virtuosos y, por lo tanto, preferiría evitarlo.’

‘Yudhistira’, replicó irónicamente Sakuni, ‘he oído decir que tu riqueza es tan grande que nunca ningún monarca ha tenido nada similar, y entiendo que el dinero para ti, acostumbrado a la vida de la foresta, es algo tan nuevo como para volverte codicioso, pero por favor, trata de controlar la avaricia.  Jugando contra nosotros, no estás obligado a apostarlo todo; queremos hacerlo por diversión y no para quitarte tus pertenencias.’

Con estas palabras Sakuni se burló de él delante de todos. Yudhisthira, trató de mantener la calma y de no aceptar la provocación, y luego dijo:

‘El juego mata la amistad y atrae la miseria más negra; es por eso por lo que no quiero jugar. Ciertamente no es por temor a perder mis posesiones.’

Sakuni continuó ridiculizándolo públicamente. En aquel momento, el Pandava ya no podía retraerse.

‘Puesto que usted me ha desafiado’, dijo Yudhistira, ‘no lo voy a rechazar. Que comience el juego.’

Y Duryodhana dijo:

‘Yo personalmente no voy a jugar, pero designo a mi tío Sakuni para que me represente.’

Yudhisthira protestó porque pensaba que debía que jugar con él y no con otros, pero finalmente tuvo que someterse a tal decisión.

 

Y el comenzó el juego.

Súbitamente, el juego se puso malo. Yudhisthira comenzó apostando grandes tesoros, pero Sakuni respondía con una infalible jugada. Según aumentaba la apuesta, más fuertes eran los murmullos que acompañaban la victoria del Gandhara. Sin embargo, el hijo de Yamaraj apostó y Sakuni, implacable, volvió a ganar.

Se jugó durante mucho tiempo. Al fin todo el mundo había comprendido el plan diabólico de Duryodhana, y así poco a poco los gritos fueron disminuyendo hasta interrumpirse por completo. El silencio era total. En el salón se podía oír una sola voz, la de Sakuni diciendo con entusiasmo: ‘He ganado’.

A medida que avanzaba el juego, los Reyes presentes sintieron que la sangre en sus venas se les congelaba. Todos eran conscientes de que el juego podría causar una reacción en cadena de odios y sangre.

El juego continuaba y Yudhisthira parecía estar lleno de una locura suicida: mientras más perdía, más aumentaba su apuesta. Parecía que había sucumbido a la intoxicación del juego de azar. En la frialdad del salón, las palabras de Sakuni continuaban resonando, ‘gané’. 

Estas sonaban como un golpetazo, o incluso como la condena a muerte de miles de Kshatriyas y como lágrimas para todos los demás.

Cuando Yudhisthira había perdido toda su riqueza, Vidura intervino exclamando:

‘Este juego tiene que ser interrumpido aquí, y todo debe ser devuelto, porque no se imaginan lo que puede pasar.’

Pero Dhritarastra, estando poseído de una febril excitación por la victoria, seguía preguntando:

‘¿Qué ha ganado mi hijo? ¿Qué tesoros ha ganado? Ni siquiera se dignan a responder a mi hermano menor.’

En lugar de eso, Duryodhana le respondió a Vidura:

‘Querido tío’, dijo irónicamente, ‘aunque somos tus sobrinos, nunca has estado imparcial en tus afectos y siempre has preferido los hijos de Pandu a nosotros, los hijos de Dhritarastra. Todo el mundo lo sabe, pero me parece que ahora estás exagerando. Nosotros no estamos haciendo nada malo, sólo estamos jugando, y Yudhisthira ha aceptado participar libremente. Está perdiendo, estamos de acuerdo, pero nosotros podríamos haber perdido en su lugar y entonces estoy seguro de que en tal caso no habrías dicho que todo tendría que ser restituido. Esas son las reglas del juego, y por cierto no vamos a devolver lo que ganamos. Y con relación a continuar el juego, todavía nosotros lo retamos, pero si Yudhisthira tiene miedo puede retirarse cuando él quiera.’

Sin embargo, este dijo:

‘No, sigo jugando.’

En ese momento, habiéndolo perdido todo, su apuesta fue Nakula. Pero aun así perdió.

Luego jugó a Sahadeva, a continuación, a Arjuna y a Bhima, y luego a sí mismo, y el resultado fue siempre el mismo. Entonces, en medio de un silencio helado, dejaron de tirar los dados. Lo habían perdido todo, los Pandavas se habían convertido en propiedad de Duryodhana.

‘Yudhisthira’, dijo Sakuni con voz jubilosa, ‘parece que no te ha quedado nada, pero si todavía quieres continuar, adelante, aun tienes algo tuyo: Draupadi. Juégala también a ella y si llegaras a ganar, obtendrías todo lo que has perdido hasta ahora.’

Aquella propuesta generó fuertes murmullos de desaprobación que salieron de la multitud. Bhima tuvo un estallido de furia y sacudió la poderosa mano en el mango de la maza, listo para matar a Sakuni de un solo golpe. Sin embargo, en esta ocasión no podía luchar sin el permiso de su hermano, por lo que se controló.

La sorprendente respuesta de Yudhisthira congeló a todos mucho más que la propuesta:

‘Que así sea. Draupadi es ahora mi apuesta.’

Y una vez más los dados fueron lanzados, y de nuevo se escuchó la voz de Sakuni diciendo: ‘¡He ganado!’

En este punto, se levantaron ominosas palabras de ira y todo en unos pocos segundos se tornó en fuertes tumultos. Draupadi era ahora una esclava. Los Pandavas lo habían perdido todo.

¿Qué más habría podido suceder?”

 

Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.

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