El hijo de Ravana estaba en posesión de un arma particular llamada naga-pasa, que producía serpientes de las flechas que ataban o mataban a los afectados por ellas. Con gran destreza, Indrajit arrojó el arma mortal y, gravemente heridos, Rama y Laksmana cayeron al suelo, inmóviles. Parecían estar muertos. Cuando los Vanaras vieron su condición, se desesperaron y trataron de devolverlos a sus sentidos. Hubo cierto alboroto entre los Vanaras al no tener guía y no saber de quién recibir órdenes. La batalla se volvió caótica. En cambio, Indrajit regresó con su padre y le contó las buenas noticias. Ravana dio un grito de victoria.
“Finalmente volvemos a nosotros. Esos hombres no pueden enfrentarse en el campo de batalla a nuestros mejores guerreros. Guardias, ordenen a las mujeres que vigilan a Sita que la lleven al campo y le muestren la condición de Rama.”
Esta es una sección del libro “Ramayana Tal Como Es”, en Espanol.
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