“Ese año la temporada de lluvias había sido particularmente terrible: los monzones habían soplado con una furia sin precedentes.
El otoño, con su tibio sol y sus aquietados días fue bien recibido por todos con alegría. Los Pandavas aprovecharon la llegada del buen tiempo para regresar a Kamyaka.
Krishna, que había sido informado de las últimas noticias relacionadas con Sus amigos, decidió visitarlos en Kamyaka junto con su esposa Satyabhama. Sería superfluo contar la alegría de los Pandavas. Para ellos, cada vez que el hijo de Devaki iba a visitarlos era un acontecimiento extraordinario. Él era la persona que más amaban, tanto como su vida misma.
Krishna inmediatamente se apresuró a tranquilizarlos acerca de sus familiares que durante años habían estado viviendo en Dvaraka.
‘Subhadra y tu hijo Abhimanyu están muy bien con nosotros’, le aseguró a Arjuna, ‘y también los hijos de Draupadi gozan de optima salud y crecen con vigor, sanos en cuerpo y alma. Todos están estudiando con mucho empeño y entusiasmo, tanto es así que ya casi se han convertido en maestros en el arte de la guerra. Solo falta un corto período de tiempo, y luego podrás verlos y abrazarlos de nuevo.’
Durante los días en que Krishna estuvo en Kamyaka, llego también Narada y después de un tiempo llegó Markandeya.
Se pasaron horas hablando de muchas cosas fantásticas, y especialmente este último puso en éxtasis a todos con historias de acontecimientos que sucedieron millones de años atrás cuando vio a Krishna durante una de las destrucciones del universo y supo que Él era el Señor Supremo.
Unos días más tarde, Krishna volvió a Dvaraka.
Pero ¿qué estaba pasando en casa de los Kuravas?
A pesar de que durante los primeros años Duryodhana al fin se había sentido feliz de haberse liberado de los primos, ahora volvía a sentir la vieja ansiedad, agravada por el pensamiento de su venganza. Los momentos de tranquilidad estaban a punto de terminar. Probablemente se había creído que trece años iban a ser más largos, pero luego tuvo que resignarse constatando de primera mano la fugacidad de la situación terrenal.
Justo en ese momento llegó a Hastinapura un Brahmana que estaba de viaje. Él narró las aventuras de Arjuna en Svarga, especialmente la historia de la exterminación de los Asuras. Esta noticia seguramente no produjo un efecto de tranquilidad en el Rey ciego, quien a pesar de las bravatas de Duryodhana y Karna no era capaz de dormir sueños serenos. Temía demasiado por la vida de sus hijos.
En cambio, Duryodhana, cegado por el orgullo y la envidia, tenía plena confianza en la capacidad guerrera de su amigo Karna, quien, por su parte, con ganas de levantar los ánimos de todos, se puso de acuerdo con Sakuni y Duryodhana con un plan que les serviría para ridiculizar a los Pandavas, quienes en ese momento estaban en Dvaitavana.
‘Organicemos un viaje de placer’, propuso Karna, ‘y traigamos a nuestras familias y amigos más queridos. Una vez en Dvaitavana podremos ir a visitar los hijos de Pandu y nos burlaremos de ellos, poniendo nuestra riqueza en comparación con su pobreza. Morirán de la ira, y podremos experimentar la alegría del triunfo.’
‘Sería bueno, pero mi padre nunca permitiría tal cosa’, replicó Duryodhana. ‘Tiene demasiado miedo de sus fuerzas y podría temer a una reacción.’
‘Pero no hay necesidad de decirle la verdad’, intervino Sakuni. ‘Podemos decirle que vamos a controlar nuestros pastos y que nuestros rebaños están en aquel lugar, y le prometeremos que no vamos a tener contacto alguno con los Pandavas.’
Naturalmente entusiasmado con la idea, Duryodhana se lo propuso a su padre.
Este no estuvo del todo contento porque sabía que sus sobrinos estaban en esa zona; pero entonces, presionado por su hijo, como de costumbre, accedió.”
Esta es una sección del libro “Maha-bharata (Vol. 1), en Espanol.
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