Cuando Indra huyó, Gautama se volvió hacia su esposa, que temblaba como una hoja de miedo. Mirándola intensamente, dijo:
“Tú, querida esposa, me has sido infiel. Sin embargo, mi sentimiento por ti no ha cambiado. Te purificarás de tu pecado viviendo muchos años en esta ermita con un cuerpo invisible a los ojos de los hombres y solo comerás aire. Dormirás en un lecho de cenizas y sufrirás un remordimiento ilimitado. Pero cuando Rama, el hijo de Dasaratha, visite este lugar, serás libre de mi maldición y viviremos juntos de nuevo”.
“Ahalya estaba feliz de poder purificar su culpa de esta manera,” continuó Visvamitra, “y de poder algún día volver a vivir feliz con su esposo. Indra recuperó su capacidad sexual después de mucho tiempo y esfuerzo, pero Ahalya todavía espera ser liberada de sus dolores. Depende de ti restaurar su paz. Entonces, entra en la ermita.”
Tan pronto como Rama entró, vio frente a él a una hermosa mujer que lo miró con ojos agradecidos. Momentos después apareció el sabio Gautama, agradeció de todo corazón al príncipe y luego, juntos, desaparecieron.
Esta es una sección del libro “Ramayana (Tal como es)”, en Espanol.
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