“Uttara estaba estupefacto: nunca había visto a nadie luchar así, ni pensaba que era humanamente posible. Y cuando vio que las tropas Kuravas se retiraron, lanzó gritos de alegría y elevó sus brazos en el aire.
Después de recuperar los rebaños y de haberle devuelto la confianza a los expertos pastores, el Pandava dijo:
‘Querido Príncipe, te he ayudado porque tenía una deuda de gratitud con tu padre, el cual, inconscientemente, nos ofreció refugio y protección durante un año. Pero ahora, en cambio, tendrás que prometerme una cosa: deberás mantener oculta mi identidad y la de mis hermanos hasta mañana; nadie deberá saber lo que ha pasado hoy.’
Uttara se lo prometió y después de colocar en el árbol Shami las armas, los dos se aprestaron a regresar a la capital.
Durante el viaje discutieron sobre el éxito del suceso.
Mientras tanto, Virata había vuelto de la batalla victoriosa contra los Trigartas y al no ver a su hijo, quien por lo general lo esperaba en las afueras de las puertas de la ciudad, preguntó dónde estaba.
‘Mientras ustedes estaban en guerra en los territorios que se extienden hacia el sur, se le informó, los Kurus nos atacaron por el norte y, obviamente, no había nadie para contrarrestarlos. Tan pronto como nuestro valiente príncipe lo supo, de inmediato corrió a defender nuestra propiedad. En cuanto al auriga, no habiendo encontrado ningún otro, ha partido con Brihannala.’
Virata no podía creer lo que oía.
‘¿Mi hijo se fue solo contra los Kurus? ¡Pero eso es una locura! Él es poco más que un joven y tiene escasa educación militar. ¿Cómo podría hacer frente a un ejército como aquel, y, por otra parte, con un eunuco como auriga?’
En medio de la ansiedad por la suerte del joven, dio instrucciones para que el ejército se dispusiera a salir de inmediato. Entre tanto el general daba las disposiciones, Yudhisthira se acercó para calmarlo.
‘No temas por la vida del príncipe Uttara; porque si Brihannala fue con él, tu hijo no corre peligro alguno.’
A Virata le parecía extraño escuchar similares virtudes sobre su fiel compañero, quien ni siquiera era un hombre; pero como él estaba ocupado en dar órdenes a su personal, no se dispuso a rebatirle.
Pasaron horas de angustia.
Entonces los mensajeros que habían sido enviados por adelantado regresaron.
‘Oh, Rey, les traemos buenas noticias. El príncipe Uttara y su auriga Brihannala están regresando victoriosos. El ejército del Rey Duryodhana, armado con grandes héroes como Bhishma, Drona, Karna y muchos otros, se dieron a la fuga. Piensa que estas personas ya han ingresado dentro de sus fronteras habiendo dejado muchos muertos en el suelo. No encontramos ninguna otra explicación para el hecho, sino atribuirle la victoria a tu hijo, el cual debió ser capaz de derrotar al enemigo él solo.’
Virata casi no podía creerlo. Eso parecía imposible, pero el mensajero insistió en que esa era la verdad ya que habían visto recientemente de primera mano el campo de batalla sembrado de cadáveres humanos y de animales, carros, de escombros y armas y ellos mismos habían visto a Uttara regresando. Entonces Virata no tuvo más remedio que creerlo. Brillando de felicidad y orgullo dijo:
‘Ven, Kanka, hay que celebrar esta increíble victoria. Juguemos a los dados, celebremos y esperemos el retorno del héroe.’
Y mientras tanto, Virata alababa a Uttara, comparando su valor con el de Indra. Pero Yudhisthira le respondió en un tono diferente.
‘No es de extrañar que su hijo haya derrotado al invencible Kurava, ya que Brihannala estaba con él.’
Entonces el Rey empezó a impacientarse.
‘¿Qué quiere decir? ¿cómo puede pensar que un eunuco haya sido el arquitecto de una victoria tan grande como esa? Es evidente que el mérito debe atribuírsele a mi hijo porque él era el encargado de traer el triunfo. ¿O cree que fue el eunuco quien luchó contra Bhishma y Drona?’
A medida que Yudhisthira continuaba atribuyéndole el crédito por la victoria a Brihannala, Virata perdió la paciencia y le tiró los dados en la cara, cortándole su nariz. Al hijo de Pandu le salieron algunas gotas de sangre que le bajaron a los labios. Pero antes de que pudieran caer en el suelo, Sairandhri corrió a recogerlas.
‘¿Qué haces? le preguntó el monarca, evidentemente sorprendido. ¿Por qué recoges su sangre en una taza?’
‘Se dará cuenta de lo que le ha hecho’, contestó. ‘Si esta sangre fuera vertida en el suelo, en muy poco tiempo usted, su familia y todo su reino serían completamente destruidos.’
Virata estaba más y más confuso. Eran demasiadas las cosas que habían sucedido que no podía entender.
En ese momento llegó Uttara.
Mientras el padre, orgulloso corría a abrazarlo, el joven Uttara vio que Yudhisthira estaba sangrando por la nariz y que Draupadi estaba sosteniendo la taza debajo de la barbilla. Inmediatamente gritó:
‘¿Quién ha herido a este gran hombre? ¿Quién? ¿Quién ha cometido tal acto de suicidio?’
‘He sido yo’, respondió el padre, ‘pero no te sorprendas por un asunto de tan poca importancia y en su lugar celebremos tu gran victoria.’
‘Tú no sabes cómo han sido las cosas. Yo no he derrotado a esos grandes héroes, y nunca sería capaz de hacerlo. Alguien más lo hizo para salvar mi vida y las propiedades de nuestro reino. No puedes imaginarte a quién te has atrevido a golpear. Pídele perdón de forma inmediata o todos pereceremos como moscas en un gran fuego.’
Con las ideas cada vez menos claras, para contentar a su hijo, Virata se disculpó con Yudhisthira.
‘¿Quién ha sido, en última instancia, este gran guerrero que salvó tu vida y que recuperó nuestros rebaños? ¿Por qué no viene a recibir mi reconocimiento? Sea quien sea le concederé a tu hermana Uttara como esposa y grandes riquezas y honores.
‘Padre, por ahora este gran hombre no quiere venir a donde ti; pero mañana estará aquí y podrás extenderle tu agradecimiento.’
A la mañana siguiente, los Pandavas se levantaron temprano, vistiendo ropa principesca. Tomaron un baño en agua impregnada con los perfumes más fragantes y se vistieron con exquisitas sedas preciosas, se dirigieron a la sala real y tomaron lugar en los asientos reservados para los huéspedes monarcas.
Cuando Virata entró y vio su compañero, al cocinero, al eunuco y a los dos pastores que estaban sentados juntos en esas sillas solemnes, se enojó profundamente.
‘Kanka, tú eres un huésped y un querido amigo bienvenido aquí, pero no tienes derecho a sentarte en el trono del Rey. Lo mismo es cierto para los demás. ¿Por qué se comportan de esta manera?’
Aquel que Virata creía era Brihannala, el eunuco, habló por todos.
‘La persona que tú conoces como un Brahmana y jugador de dados es sin embargo digno de sentarse en el mismo trono de Indra es Yudhisthira, el mayor de los Pandavas.’
Luego, uno tras otro, señaló a Bhima, a Nakula, a Sahadeva, a sí mismo y, finalmente, a Draupadi.
Como es de imaginar, el monarca y todos los presentes se quedaron mudos de la sorpresa.
Después de los primeros momentos de consternación, a los hijos de Pandu se les ofreció disculpas y se le rindieron grandes honores.
‘Así que el héroe que salvó a mi hijo es Arjuna. Tengo que darte las gracias por salvarle su vida cuando en un acto de bravuconería infantil este deseó hacerle frente al Kurava. Ayer yo prometí que a esta persona le ofrecería a mi hija Uttara en matrimonio y espero que, como prenda de alianza, quieras aceptarla.’
En ese momento el joven príncipe acompañó a su hermana Uttara a la sala del concejo. Entonces Arjuna habló:
‘Durante un año, debido a la maldición de Urvashi, he podido vivir cerca de ella como un eunuco y le he enseñado canto y baile. Soy, por lo tanto, su maestro, y no es correcto tomar como esposa a la propia discípula. Pero no puedo rechazarla porque, después de haber estado juntos tanto tiempo, algunos podrían dudar de su castidad y de mi comportamiento: será la esposa de mi hijo Abhimanyu.’
Los presentes mostraron su acuerdo aplaudiendo las sabias palabras de Arjuna.”
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