“Mientras tanto,” continuó contando Vaishampayana, “gracias a las enseñanzas del Guru, los jóvenes Pandavas habían desarrollado grandes habilidades guerreras en el uso de todo tipo de armas. Como era costumbre en aquellos días, Drona, Bhishma, Dhritarastra y los ancianos de la corte cReyeron que era el momento de dar una demostración al pueblo.
Aquellas eran ocasiones de gran celebración, y a los ciudadanos le gustaba apreciar la fuerza de los que serían sus futuros gobernantes. Para la ocasión, se había construido un enorme anfiteatro con capacidad para cientos de miles de personas.
Y llegó el día.
Era un espectáculo magnífico. Uno a uno, los príncipes se afianzaron dando muestras de su fantástica habilidad, fuerza y valor. El momento más acalorado fue, sin duda cuando, armado con una maza, se enfrentaron Bhima y Duryodhana: ni siquiera el carácter amistoso de la representación logró ocultar los viejos rencores; para separarlos se necesitaron varios asistentes quienes, después de haber hecho un gran esfuerzo, lograron conseguir que se detuvieran.
Sin embargo, entre todos el que fue más aplaudido y quien brilló con deslumbrante luz de gloria fue Arjuna, quien mostró un gran número de habilidades, especialmente en el tiro con arco, ganándose los corazones de todos. ¿Pero entonces, quién no amaría a Arjuna, tan lleno de grandes cualidades humanas y espirituales? El espectáculo de destreza sobrehumana duró por mucho tiempo.
Mientras el público estaba tributando al Pandava el merecido aplauso, de improvisto un ruido procedente de las tribunas llamó la atención de todos. Inmediatamente hasta el más mínimo murmullo cesó y todos se voltearon hacia aquella dirección. Justo al lado de una de las entradas, se alzaba una figura alta, de apariencia poderosa y de nobles rasgos. Era Karna, quien, con el pelo largo y rubio, resplandecía como el sol al mediodía. Había atraído la mirada de todos sobre sí agitando los brazos con tanta fuerza que causó un ruido como el de un trueno. Su voz era profunda y casi melodiosa.
‘Este torneo’, dijo, mirando a Arjuna, ‘se organizó para mostrar el valor, el coraje y la fuerza física que cualquier persona posea, entonces yo te mostraré que no sólo tú, Partha, eres rico, y que, por el contrario, lo que demostraste son cosas extraordinarias solamente para el simple pueblo, pero que no sorprenden a los valerosos guerreros reales.’
Bhishma le dio el permiso para exhibirse y se levantaron murmullos de sorpresa desde la multitud cuando aquel replicó con un aire de despreocupación las acrobacias que Arjuna había hecho.
Luego dijo:
‘¿Has visto lo que he hecho? ¿no es extraordinario? Ahora pelea contra de mí.’
Sin miedo alguno Arjuna se preparaba para el duelo. Karna lo miró como si quisiera incinerarlo. Su corazón estaba lleno de rencor hacia aquellos que también eran Kshatriyas de nacimiento además de serlo por su valor. Al ver a Arjuna luchar, había notado que este era el mejor de todos y había deseado derrotarlo. ¿Cómo podía imaginar que su antagonista era en realidad su hermano menor?
En ese momento, Bhishma, preocupado, se levantó y ordenó detenerlo todo. Luego habló.
‘Extraño joven, como sabes, nuestras tradiciones impiden que los Kshatriyas luchen contra alguien que no está calificado en términos de nobleza. Lanzaste el reto a un guerrero que todos conocemos, a Arjuna, el hijo de Pandu. Él es un príncipe de nobles orígenes y está perfectamente cualificado para un duelo. Pero no te conocemos. Si quieres pelear, antes tienes que decirnos quién eres y quiénes son tus padres.’
Con aquellas palabras, Karna se sintió desesperado. Otra vez regresaba el absurdo problema habitual y sin sentido que le impedía manifestar lo que sentía dentro de sí.
Escuchando la verdad, Bhima se burló llamándole vil cochero. Pero Duryodhana, que hasta ese momento había observado la escena sin decir una palabra, mirando a Karna cuidadosamente se convenció de que algo extraño en su nacimiento tenía que haber, porque todo en su persona revelaba un cierto refinamiento aristocrático. Todos habían visto bien lo que podía hacer con las armas, y esto le llevó a darse cuenta de que un hombre como él le sería útil en el futuro. Se levantó de su asiento y dijo:
‘¿Cómo podría un hombre como él haber nacido en una familia de Sutas? ¡No es posible! ¡Déjenlo! Es evidente que es parte de nuestra casta, de hecho, se diría que es de origen celestial.
Obsérvenlo bien. ¿No han visto lo que ha hecho con las armas? Os digo que Karna es un Kshatriya, y para mostrar que mi convicción es total, lo nombro Rey de Anga.’
El nombramiento del hijo del Suta al trono de Anga causó un enorme revuelo.
Después de pronunciar estas palabras, Duryodhana se llevó a Karna con él. A partir de ese día nació una firme y profundísima amistad entre los dos.
Los Pandavas, mientras tanto, ya se habían arrepentido de haber insultado a Karna, ya que para ellos era evidente, como lo fue para todos, que este sería su terrible enemigo para siempre.
Ellos comenzaron a temerle de una manera particular.”
Pero los espías de Drupada siempre estaban vigilantes, por lo que, informado de la expedición, el Rey ya se había preparado para la batalla.
Justo cuando Duryodhana vio a lo lejos el ejército enemigo que venía a su encuentro, su espíritu se incendió y decidió atacar de inmediato, seguro de su propia superioridad militar. Y sin tomar ninguna precaución, impulsado principalmente por su pasión, ordenó a los demás a seguirlo. Pero los Pandavas, que habían oído de Drupada y de sus guerreros de valor incomparable, no compartían aquella estrategia.
‘Primo, Drupada no es un soldado que debe ser subestimado’, le dijo Yudhistihira a Duryodhana, ‘asi como tampoco lo son los generales de su ejército. Debemos estudiar alguna estrategia prudente y no lanzarnos de este modo al ataque.’
‘Para derrotar este enemigo, no tenemos necesidad de estrategias. Sólo tenemos que atacar y derrotarlo. Pero si tienes miedo, puedes esperar aquí. Nosotros conquistaremos el Guru-dakshina para satisfacer a nuestro maestro, dijo Duryodhana.’
Ofendidos, los Pandavas declararon que bajarían del campo de batalla sólo después de la derrota de Duryodhana.
En poco tiempo las previsiones de los hijos de Pandu se hicieron realidad: los jóvenes Kuravas fueron derrotados.
Al ver a Duryodhana y a los otros regresando heridos y asustados, los cinco hermanos concertaron un plan y luego se fueron al ataque. Después de una batalla feroz, dominaron y tomaron prisionero al poderoso y valiente Rey.
La escuadra partió de nuevo hacia Hastinapura.
Allí, Drona y Drupada se encontraron de nuevo uno frente al otro. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se habían visto, y ahora la situación había cambiado: el Rey ya no estaba en el trono y el Brahmana no estaba mal vestido ni pedía limosna. Las circunstancias se invirtieron. Fue Drona quien rompió el silencio.
‘Mientras fuimos niños, cuando éramos grandes amigos, jugábamos juntos y compartíamos todo lo que teníamos; ¿por qué se te olvidó y me trataste de aquel modo?
Mira, eres mi prisionero, podría matarte y tomar de ti todo lo que posees, pero no lo haré. Para demostrarte que recuerdo nuestra vieja amistad, voy a tomar sólo lo que me pertenece, me prometiste la mitad de tu reino y es lo que voy a tomar. El resto seguirá siendo tuyo.’
Drupada fue puesto en libertad. Pero nunca pudo perdonar aquella humillación y siempre buscaba una manera de conseguir su venganza.”
Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.
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