Había un mago en Lanka llamado Vidyujjihva que tenía habilidades extraordinarias para crear ilusiones. Gracias a sus poderes, creó una cabeza exactamente como la de Rama y fueron a llevársela a Sita. Cuando llegaron, la arrojaron a sus piés.
“Aquí está, tu querido consorte,” gritó Ravana. “Lo maté y lo decapité. Ahora acéptame como tu esposo y disfruta de la vida.”
Pero tuvo el efecto contrario. Creyendo que Rama había muerto y decapitado, Sita estalló en lágrimas convulsivas y solo pensó en morir. Pero la discusión no duró mucho; fue interrumpida abruptamente. Una urgencia requirió la presencia de Ravana en otro lugar. Ravana dejó a Sita llorando y desesperada.
Escondida detrás de un seto estaba Sarama, la esposa de Vibhisana. Sabía lo cruel que era Ravana y conocía muy bien al mago al que se había dirigido.
“Señora casta, no llores,” le a Sita dijo en un susurro. “No desesperes. Rama no puede ser derrotado por nadie. No hay nadie que pueda matarlo. Sé que en este momento su ejército ha sitiado Lanka y pronto estará aquí contigo. No pierdas la fe. Sé quién produjo esa ilusión. Hay un mago malvado que puede hacer esas cosas. Conozco bien a Vidyujjihva. No te preocupes, tu sufrimiento pronto terminará.”
Ante esas palabras de Sarama, Sita se animó, quedándole agradecida. Pronto llegaron las primeras noticias de la inminente batalla.
Esta es una sección del libro “Ramayana (Tal como es)”, en Espanol.
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