Después de un mes, Vinata regresó del norte sin encontrar ningún rastro de Sita. Después de esto Sushena y Shatabali regresaron, con el mismo resultado.
Pero sigamos al grupo de Hanuman y Angada en su viaje hacia el sur.
Los Vanaras procedieron rápidamente, atravesando montañas y valles, encontrando ermitas y encontrando muchas aventuras. Un día, Angada mató a un demonio creyendo que era Ravana.
El mes estaba llegando a su fin y empezaron a temer el castigo que Sugriva había amenazado con infligirles si llegaban tarde. El tiempo se agotaba inexorablemente, pero no querían darse por vencidos, querían encontrar a Sita.
Buscaron enérgicamente por todas partes, sin un momento de descanso, sin comer, sin darse un respiro.
Un día en una cueva se encontraron con un asceta llamado Svayamprabha.
En esos días terminó el mes. Estaban en las laderas de una montaña rocosa y debajo de ellos había otro valle más.
Angada miró a sus compañeros. Estaba desanimado.
“Amigos míos,” dijo, “el mes terminó y ustedes saben lo cruel que es Sugriva. Nos castigará severamente por llegar tarde. No nos dejará vivir después de desobedecerle. ¿Recuerdan con qué maldad y con qué traición hizo matar a mi padre? No podremos encontrar a Sita. Y en lugar de ser castigado y asesinado por él, prefiero ayunar hasta la muerte. No podremos encontrar a Sita. Para nosotros no hay esperanza. Prefiero morir aquí.”
Hanuman instó a los Vanaras a continuar la búsqueda sin caer en la desesperación pero, cansado y desanimado, el Vanara no lo escuchó. Angada y otros comenzaron el ayuno.
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