Tocando la flauta, Krishna y Balarama regresaron a Vrindavana con los jóvenes pastores que glorificaron Sus actividades extraordinarias mientras el polvo levantado por los cascos de las vacas cubrían sus rostros decorados con tilaka. Krishna, con una pluma de pavo real en la cabeza, regresaba a casa. ¡Qué alegría para las jóvenes gopis! En su ausencia, todos se pusieron tristes y todo el día sus pensamientos corrieron hacia Krishna en el bosque o hacia Krishna en los pastos con vacas. Pero tan pronto como lo vieron, todas sus ansiedades se desvanecieron y comenzaron a contemplar esa cara con la codicia de los avispones zumbando alrededor del néctar de las flores de loto, y Krishna, tocando la flauta, se alegró de ver sus hermosos rostros sonrientes y radiante.
Krishna y Balarama fueron recibidos calurosamente por sus afectuosas madres Yasoda y Rohini quienes, ansiosas por satisfacer sus deseos, suplieron de inmediato las necesidades de sus amados hijos. Al difundir cada bendición sobre ellos, los sirvieron y los lavaron con gran cuidado, luego los vistieron, a Krishna en amarillo, a Balarama en azul, y los decoraron con varios adornos y guirnaldas de flores. Tan aliviado de la fatiga después de un día de trabajo en los pastos, Krishna y Balarama se veían frescos y muy hermosos. Entonces las madres les ofrecieron deliciosa comida, que comieron con gran placer; finalmente los hicieron sentarse suavemente en una cama blanca y cantaron la gloria de sus actividades, mientras se dormían casi de inmediato. Así es como a Krishna y Balarama, como jóvenes pastores, les gustaba vivir la vida de Vrindavana.
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