“En el momento culminante del Rajasuya, Maharaja Yudhisthira fue coronado emperador y todos aplaudieron generosamente; nadie sentía odio o envidia. El mayor de los Pandavas, conocido como el más virtuoso de los Reyes, era respetado y querido por todos, y nadie, excepto, por supuesto, Duryodhana, se sentía defraudado por él.
Inmediatamente después, según el ceremonial, el arghya se llevó a cabo, durante el cual el emperador normalmente elige de entre las personas presentes la que merece sentarse en el asiento más alto para recibir la puja.
En ese momento el Pandava se sentía incomodo: delante de él había cientos de Rishis, Brahmanas, y guerreros sin mancha y sin pecado, y sería difícil honrar a uno sin ofender a los demás. Cada uno de ellos habría merecido el arghya. ¿A quién nombrar, entonces? Al darse cuenta de su incomodidad, Bhishma sugirió:
‘En mi opinión, no hay nadie aquí que merezca tanto respeto y reconocimiento como Krishna. Cualquier persona que esté libre de ira y de envidia sabe quién es Él en realidad, y se sentirá feliz y honrada de ofrecerle reverencia.’
Yudhisthira fue feliz con el consejo y dirigiéndose a Sahadeva dijo:
‘La sugerencia de Bhishma es apropiada a los dictámenes de las escrituras, por lo cual estoy completamente de acuerdo: nadie como Krishna merece este reconocimiento. Toma lo que necesites y ofrece el arghya a nuestro querido amigo.’
Con alegría, el más joven de los Pandavas, llevo a cabo la ceremonia, y después una lluvia de flores proveniente de los planetas celestiales cayó sobre Krishna y Sahadeva.
Durante la ceremonia, nadie había dicho ni una palabra, la atmósfera estaba impregnada de un silencio raro, pesado, fúnebre, que aumentó cuando esta terminó. Se sentía una fuerte tensión. Estaba claro que a muchos no les había gustado la elección de Yudhisthira. Entonces, se escuchó un fuerte murmullo y muchos Reyes comenzaron a hablar entre ellos haciendo gestos de incomprensión. Pero nadie se atrevía a decir nada. Fue Sishupala, el Rey de Chedi, quien rompió el silencio.
‘Yudhisthira, hemos llegado aquí por nuestra propia voluntad a rendirte reverencias. Siempre hemos reconocido en ti grandes cualidades de rectitud y un fuerte sentido de justicia.
Sin embargo, después de esta elección debemos pensarlo de nuevo por entender que te hemos sobrevalorado. Mira a tu alrededor: aquí están presentes sabios merecedores de honor absoluto y Reyes ancianos ricos en todas las cualidades. ¿Cómo pudiste preferir a Krishna aquí, delante de ellos? ¿Cómo pudiste escuchar el consejo de Bhishma, quien, evidentemente, por razones de edad perdió la razón?
¿No te das cuenta de que has cometido un insulto imperdonable en lo que se refiere a todas las personalidades vivientes más importantes? ¿Cómo pudiste hacer eso? Seguramente Krishna no se merece este honor.’
‘Estimado Sishupala’, respondió Yudhisthira. ‘Quien tiene una visión espiritual no es víctima de los celos y la lujuria. Sabes que Krishna no es un hombre común sino la encarnación del Señor Supremo Narayana en la tierra. Soy plenamente consciente del hecho de que aquí, delante de mí están los hombres más meritorios del mundo, pero Krishna no es un hombre, es mucho más: Él es Dios encarnado, por lo tanto, merece la adoración de todos nosotros, y no sólo en este momento, sino en cada momento de nuestras vidas.’
Las palabras de Yudhisthira inflamaron aún más los ánimos. Sishupala comenzó a vociferar con gran violencia contra Krishna y Bhishma, quienes a su vez observaban con calma la escena sin intervenir.
Pero los Pandavas, al oír los insultos dirigidos a su amigo más querido y objeto de su devoción, comenzaron a temblar de rabia y se apoderaron de sus armas, gritando amenazas hacia Sishupala. El tumulto aumentó y algunos Reyes se fueron del lado de Krishna y los otros se alinearon en defensa de Sishupala. Comenzaron a gritar y a insultarse entre ellos, blandiendo las espadas, arcos y mazas.
Entonces Sahadeva se adelantó con una expresión de rabia tal que dejó aturdido a quienes lo miraban, gritando más fuerte que los demás para asegurarse de que todo el mundo lo escuchara:
‘Aquellos que no logran soportar ver a Keshava, quien mató a Keshi, el cual es poseedor de energía inconmensurable, adorado por mí, sepan que voy a estar feliz de ponerle mi pie en sus cabezas, después de haberlos derrotado en un duelo. Quiero que vengan ahora hacia delante. Por el contrario, aquellos que tienen una verdadera inteligencia espiritual aprueban la elección de Yudhisthira.
Quiero que todos sepan que para nosotros Krishna es al mismo tiempo nuestro señor, nuestro padre y nuestro Guru, y que merece plenamente la arghya y la adoración que justo ahora le hemos dado.’
Cuando en señal de desafío Sahadeva les mostró a todos el pie, ni siquiera uno entre aquellos poderosos monarcas tuvo el valor de responder. A continuación, una lluvia de flores de los planetas celestiales cayó sobre su cabeza y una voz incorpórea, dijo:
‘¡Excelente, excelente!’
Sin embargo, sin haber aceptado el desafío de Sahadeva, Sishupala, ya desprovisto de cualquier tranquilidad de ánimo y víctima de su pérfida envidia, continuó ofendiendo a Krishna, quien seguía sentado en el asiento más elevado.
Al oír estos insultos, el pecho de Bhima se hinchó de agitación mientras con su mano apretaba la maza con terrible furia.
‘No puedo tolerar más seguir escuchando esta infamia con relación a Krishna’, le dijo a Bhishma. ‘Dame permiso para aplastar la cabeza de aquella serpiente venenosa.’
Pero Bhishma, a pesar de que una buena cantidad de las ofensas iban dirigidas a él mismo, no se descompuso ni dijo nada.
‘No, Bhima, no intervengas. El tiempo de vida asignado de Sishupala está llegando a su fin y no hay necesidad alguna de que intervengas.
¿No ves que el propio Krishna, nada dice, sino que permanece sentado sin hacer el más mínimo movimiento, a pesar de que Él podría matarlo con un solo gesto de Su mano?
¿No te preguntas por qué? Escucha su historia y recuperarás la tranquilidad:
Jaya y Vijaya, los porteros de Vaikuntha, fueron maldecidos por los hijos de Brahma para nacer tres veces como demonios en este mundo material, en Satya-yuga, encarnados como Hiranyakashipu y como Hiranyaksha; en Treta-yuga, como Ravana y como Kumbhakarna y ahora, al final de Dvapara-yuga, como Sishupala y Dantavakra.
Ya de recién nacido tenía una apariencia monstruosa, con tres ojos y cuatro brazos. Sus padres, aterrados ante la visión del hijo deforme, habían decidido eliminarlo, cuando una voz misteriosa les dijo que tan pronto como el bebé estuviera sobre las rodillas de la persona que en un futuro lo mataría, los ojos y los brazos excedentes desaparecerían.
Su madre, por un lado, se calmó con la esperanza de que pronto su hijo tendría una apariencia normal, pero, por el otro, se sentía ansiosa por su futuro, y se preguntaba continuamente quién podría ser el artífice de su muerte.
Con este propósito comenzó a viajar a todas partes, pidiendo a cada Rey de Bharata-varsha tomar al bebé en sus brazos. Pero sus intentos resultaron inútiles.
Así fue como un día Krishna y Balarama fueron a una visita de cortesía a Chedi, la capital del Rey de Damaghosha, y la Reina le pidió a Krishna que tomara en brazos a Sishupala. Tan pronto como este le tocó, el niño se convirtió en normal. Así fue como la Reina llegó a conocer a aquel que en el futuro tomaría la vida de su hijo y quiso pedirle en una oración:
«Por favor, Senor, el destino es que Sishupala sea matado por ti; así es que, por favor, no tomes en serio la ofensa que te hará».
Debido a que la madre de Sishupala era su tía, una hermana de Vasudeva, Krishna respondió:
‘Perdonaré hasta un centenar de sus ofensas.’
Desde los primeros años de su vida, el niño instintivamente sintió un fuerte odio hacia cualquier cosa relacionada con Krishna y nunca logró soportar oír el más mínimo elogio dirigido hacia Él.
‘Fue por eso por lo que reaccionó de esa manera al arghya ofrecido a Krishna’, explicó Bhishma.
Sabemos que el Señor no puede fallar en Su promesa, pero los insultos de Sishupala ya han sobrepasado los cien, por lo que pronto se librará a Sishupala del castigo de estar encarcelado por su propia ira y envidia.’
Y mientras Bhishma contaba la historia, el Chedi continuaba insultando al divino Krishna, hasta que, cegado por la rabia, y habiendo perdido la luz de la razón, agarró su espada y se precipitó contra Él.
En aquel momento, el disco Sudarshana apareció en la mano de Krishna y de inmediato voló contra el adversario. La cabeza de Sishupala saltó en el aire y una chispa brillante como el sol salió de su cuerpo y entró en el cuerpo de Krishna.
Todos vieron el extraordinario acontecimiento: a pesar de tanto odio, Sishupala había logrado la liberación.
La muerte de Sishupala calmó los ánimos, y aunque muchos quedaron decepcionados por el giro que había tomado la situación, el sacrificio terminó sin más incidentes.”
Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.
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