La Aparicion del Señor #Narasiṁhadeva
SB 7.8.15 — Entonces de la columna salió un sonido aterrador que parecía querer romper la cubierta del universo. ¡Oh, mi querido Yudhiṣṭhira!, aquel sonido llegó incluso a las moradas del Señor Brahmā y otros semidioses, quienes, al escucharlo, pensaron: «¡Oh, nuestros planetas van a ser destruidos!».
SB 7.8.16 — Mientras mostraba su extraordinario poder, Hiraṇyakaśipu, que deseaba matar a su hijo, escuchó aquel sonido atronador y maravilloso, que nunca antes se había escuchado. Al oírlo, los demás líderes de los demonios se asustaron. Ninguno de ellos supo determinar de dónde procedía.
SB 7.8.17 — Para probar que la afirmación de Su sirviente Prahlāda Mahārāja tenía fundamento, o, en otras palabras, para probar que el Señor Supremo está en todas partes, incluso dentro de la columna de una sala de asambleas, la Suprema Personalidad de Dios, Hari, manifestó una forma maravillosa, nunca vista hasta entonces. No era ni un hombre ni un león. Con aquella maravillosa forma, el Señor apareció en la sala de asambleas.
SB 7.8.18 — Mientras Hiraṇyakaśipu miraba a su alrededor en busca de la fuente del sonido, aquella maravillosa forma del Señor, de la que no sabría decirse si era hombre o león, emergió de la columna. Lleno de asombro, Hiraṇyakaśipu se preguntaba: «¿Qué criatura es ésta, mitad hombre y mitad león?».
SB 7.8.19-22 — Hiraṇyakaśipu estudió la forma del Señor, tratando de averiguar quién era aquella forma de Nṛsiṁhadeva que estaba ante él. La forma del Señor, con Sus ojos llenos de ira, parecidos al oro fundido, inspiraba un enorme terror; una brillante melena agrandaba las dimensiones de Su terrible rostro; Sus colmillos eran mortíferos, y Su lengua, afilada como una hoja de afeitar, se movía como una espada en duelo. Tenía las orejas tiesas e inmóviles; Sus fosas nasales y la gran hendidura de Su boca parecían cuevas de una montaña. Sus fauces se abrían de un modo espantoso, y con Su cuerpo tocaba el cielo. Tenía el cuello corto y ancho, el pecho amplio, la cintura delgada, y el pelo del cuerpo tan blanco como los rayos de la Luna. Sus brazos, que parecían los flancos de un ejército, cubrían todas las direcciones mientras mataba a los demonios, bandidos y ateos con la caracola, el disco, la maza, la flor de loto y Sus demás armas habituales.
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