“Buena parte de la fuerza de Bhagadatta estuvo representada por Supratika, su elefante, enorme y fuerte y de temperamento feroz como el de un león. En la lucha, nunca se habían visto obligados a retirarse, solo que esta vez se estaba extendiendo el mismo caos causado por el amado maestro. Usando los colmillos, el tronco, las piernas y los fuertes bramidos, igual que Airavata, el elefante de Indra sembraba el terror dondequiera que iba.
Supratika parecía tener una especial aversión por Bhima. De hecho, siempre que lo encontraba lo retaba inmediatamente. Cuando se acercó a él, lo atacó, aplastándole sus piernas debajo del carruaje y los caballos. Bhima logró salvarse sólo por una fracción de segundo y nadie lo vio saltar a la vía. Así que muchos dijeron:
‘¡Bhima ha muerto! ¡Supratika le ha dado muerte!’
Al oír a los soldados dando la noticia, el Rey de Dasharna vino con su elefante y comenzó el duelo que se repetía periódicamente casi todos los días. Pero el resultado no fue diferente que las otras veces. Por desgracia, se vio obligado a retirarse.
Entonces Bhagadatta, viendo que Satyaki no estaba lejos, empujó al animal contra él. Satyaki se salvó por un movimiento de agilidad.
Justo cuando los rumores de que Bhima había muerto se habían vuelto bastante insistentes, del polvo apareció Bhima, con su maza levantada, decidido a destruir al feroz animal. Este giro de los acontecimientos hizo emitir un suspiro de alivio a los amigos presentes.
Los dos se encontraron frente a frente, Bhima, agarrándolo por su tronco y rodando por la tierra con la intención de tirarlo abajo, y el elefante rugiendo con furia. Pero en el último momento, el Pandava logró zafarse y dio un salto evitando el impacto mortal con el suelo, después de lo cual, con movimientos ágiles, logró esquivar las patas y lo golpeó repetidamente en el estómago, lo que le hizo exacerbar del dolor. Bhagadatta intervino y logró alejarlo de esa posición, pero entonces vino Abhimanyu, quien corrió contra el elefante teniendo que descuidar su batalla con Bhima. Supratika logró desconcertar incluso al joven hijo de Arjuna, quien logró salvarse saltando fuera del carruaje.
Así, mientras el elefante maniobraba con aquel gran general, desde lo alto, el glorioso Bhagadatta, quien por su grandeza de ánimo y su valor era llamado “el amigo de Indra”, masacraba a sus enemigos con lanzas y flechas. Los dos parecían invulnerables; ninguna arma parecía golpearles ni siquiera sus preocupaciones.
Durante esos momentos Arjuna regresaba de la parte delantera del campo de batalla después de haber puesto en fuga a los samsaptakas. A distancia oyó el clamor del terrible combate.
‘Krishna, amigo mío, escucha estos ruidos y estos gritos de miedo. Ese poderoso bramido pertenece a Supratika, el elefante del Rey de Prajyotisha, Bhagadatta’, dijo Arjuna. ‘Yo los conozco bien a ambos. Cuando entran en la batalla con el alma emocionada, se vuelven prácticamente invulnerables y capaces de causar una confusión inconcebible. Nuestras tropas que se encuentran en esa zona corren un grave peligro. Debemos apurarnos porque podrían exterminarlos. Realmente creo que hoy, lamentablemente, nos veremos obligados a matar al anciano y noble guerrero.’
Krishna instó a los caballos a correr a su máxima velocidad.
Una vez en la vecindad, Arjuna estuvo a punto de invitar a Bhagadatta para iniciar un duelo contra él, cuando fueron alcanzados por los samsaptakas, reorganizados por Susharma. Preocupado por la suerte de su hermano, del cual no había tenido noticias y por los daños que Bhagadatta pudiera proporcionar, Arjuna se encontró frente a un dilema: aceptar o rechazar el desafío.
Aconsejado por Krishna, el Pandava utilizó la Vajra, el arma mortal preferida de Indra, con la que obtuvo un efecto aterrador sobre las tropas enemigas. Herido Susharma, dio muerte a otro de sus hermanos y diezmó a sus soldados. Luego Arjuna prosiguió hacia el enemigo.
Cuando los aliados lo vieron llegar, lo recibieron con robustos gritos de alegría, seguros de que él había anulado el peligro que habría representado Bhagadatta. Obviamente, el estado de ánimo de los Kuravas sufrió un fuerte descenso.
Después de haber evacuado los alrededores rápidamente, el Pandava se abalanzó contra Bhagadatta.
El duelo entre los dos fue maravilloso, emocionante, espectacular. En un momento determinado, en vista que las armas fallaron, el Rey de Prajyotisha, enfurecido, tomó la vara que se utiliza generalmente para conducir el elefante y, pronunció el mantra de Vishnu, lanzándolo contra el adversario; cuando todos vieron el arma en el aire con la velocidad y la potencia de un rayo, dijeron:
‘Arjuna ha muerto.’
Pero en un último instante Krishna se había colocado en la trayectoria del arma que se pegó en su pecho, justo donde tenía la maravillosa joya Kaustubha: apenas como tocó el cuerpo del Señor, el palo se convirtió en una guirnalda de flores, que en realidad parecía aumentar su gracia y gloria. Arjuna estaba a salvo, pero un poco decepcionado.
‘Krishna, ¿por qué has hecho esto? No debiste haber tomado parte activa en el combate, lo has prometido’, pareció reprenderlo.
‘Tal vez no debí hacerlo’, dijo Krishna, sonriendo, ‘pero esta arma me pertenecía. Antes de lanzarla, Bhagadatta me la había ofrecido, por lo que era justo que tomara posesión de ella. Sólo por accidente el Rey de Prajyotisha llegó a tener posesión de esta arma mortal que pudo haber matado a alguien, incluyéndote a ti. Ahora que están actuando impulsivamente, él y Supratika se han vuelto vulnerables. Ya puedes darle muerte.’
La batalla se tornó más belicosa y terrible.
Aprovechando un momento adecuado, Arjuna infligió toda su fuerza sobre una flecha y la lanzó contra la cabeza de Supratika, penetrándola. El golpe causó un ruido similar a un trueno y provocó la caída del majestuoso animal, que cayó sin vida en el suelo. Rápidamente, Arjuna, teniendo una flecha con la punta de una media luna, la dirigió al pecho de Bhagadatta y lo atrapó en su totalidad. El valiente guerrero cayó muerto al lado de su elefante.
En ese momento, al verlo sin vida, Arjuna bajó del carruaje y le ofreció sus respetos al noble monarca.
La muerte de Bhagadatta surtió un duro efecto en la moral del Kurava, haciendo que se desviara visiblemente.
En medio de la ola del entusiasmo de la victoria, Arjuna regresó al centro del campo de batalla, donde fue interceptado por dos de los hijos de Sakuni. En cuestión de minutos estos yacían en un charco de sangre.
Con lágrimas en los ojos por esa repentina e inesperada tragedia, Sakuni, ansioso por vengarse, corrió, pudiendo resistir frente al Pandava por un corto tiempo antes de ser forzado a huir en una estampida. En esa vasta área, solo se podía escuchar el estridente sonido de la cuerda de Gandiva y el silbido de sus flechas al dividir el aire.
Al verlo en lo que parecía un estado de gracia guerrera, Bhima, Satyaki, Dhristadyumna, Abhimanyu, Nakula, Sahadeva, Shikhandi y los hijos de Draupadi se unieron a él y la destrucción causada por los refuerzos se volvió indescriptible.
Viendo a aquel grupo de héroes reunidos en el mismo lugar del campo de batalla, Drona pensó que la situación se estaba volviendo demasiado peligrosa para ellos, y trató de dividirlos. Pero Dhristadyumna logró arrojarlo de nuevo hacia atrás.
Durante el curso de aquel combate, otro gran amigo de los Pandavas, el virtuoso Nila, principe de Mahishmati, perdió la vida a manos de Asvatthama. La muerte de Nila entristeció y enfureció a los Pandavas, quienes lanzaron un ataque masivo e insostenible para los Kuravas. En el caos total que le siguió, los soldados no podían distinguir entre enemigos y aliados; incluso era imposible entender lo que estaba haciendo el oponente en ese momento.
Al atardecer, Arjuna y Karna se encontraron de frente y se enfrascaron en un prolongado duelo que tuvo que ser interrumpido debido a la oscuridad de la noche. Fue Drona quien dio la señal de retirada.
Había sido un día terrible en el que muchos guerreros buenos habían caído; pero el que más había impresionado fue Arjuna. Había diezmado a los samsaptakas; había conseguido eliminar a Bhagadatta y su elefante; él solo había destruido batallones enteros de soldados valientes. En el campamento del Kurava solo hablaban de él. Duryodhana se sorprendió por lo que había visto. Entonces Drona trató de apaciguarlo.
‘No temas, le dijo. Mañana será nuestro día. Creo que vamos a organizar nuestros ejércitos en la más impenetrable de las formaciones: la chakra-vyuha o la padma-vyuha. Así nadie podrá penetrar en nuestras filas y si Arjuna intenta hacerlo de nuevo, te prometo que capturaré a Yudhisthira. Pero es fundamental arrastrarlo lejos tanto a él como a Krishna, porque ambos conocen el arte de cómo penetrar en nuestro ejército, y si lo hicieran, resultaría en un desastre.’
Susharma, aunque todavía estaba sufriendo de las heridas que Arjuna le había infligido, quería honrar el juramento que hiciera el día anterior y con audacia se declaró listo para desafiar al Pandava mientras sólo uno de los Trigartas estuviera vivo.
Esa noche Duryodhana durmió tranquilamente, con la esperanza de que el siguiente día sería el último día de la guerra.”
Esta es una sección del libro “MAHA-BHARATA (Tal Como Es): vol. 2 de 2”, en Espanol.
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