“Tras reunir tristemente sus tropas, Duryodhana, evidentemente inmerso en oscuros pensamientos, partió de vuelta a Hastinapura. Pero él quería parar en un lugar solitario, se bajó de su caballo y se sentó en una postura de yoga. Fue entonces cuando llegó Karna, quien se había visto obligado a huir durante el combate.
‘Amigo, veo que estás vivo y que sigues lidereando tus tropas’, le dijo. ‘Esto significa que lograste vencer a los potentes Gandharvas, contra quienes incluso los Devas tienen dificultad para obtener ventaja. Gloria a ti hoy, Duryodhana por haber realizado una hazaña que será ensalzada por los poetas en los milenios por venir.’
Pero Duryodhana lo desilusionó súbitamente.
‘Estás equivocado, amigo mío. Si estoy aquí en este momento es gracias a las únicas personas en el mundo a quienes nunca les hubiera querido aceptar un favor como este. No he derrotado a los Gandharvas; los Pandavas lo han hecho por mí. Y eso no es todo. ¿Puedes creer que Yudhisthira me ha restituido la libertad? Me dijo:
«Vete, primo, y deja de ser tan malvado como siempre lo has sido».
¿Entiendes? Fui liberado por piedad. ¡Qué humillación!’
Duryodhana hizo una pausa, como para poner en orden sus pensamientos. Karna, por su parte se quedó aturdido.
Luego, Duryodhana continuó,
‘No voy a tolerar una cosa como esta. ¡No me has visto luchar! El hecho de que hayan tenido éxito donde nosotros fallamos es otra prueba inequívoca de su superioridad.
Nos dominan, no hay duda, tal y como Bhishma, Drona, Vidura y Kripa repiten con molestosa insistencia.
Yo no puedo vivir en un mundo donde ellos consiguen la gloria y yo las derrotas, así es que he decidido abandonar hoy este inútil cuerpo con el que no puedo conseguir lo que quiero.
Mi hermano Dussasana me sucederá en el trono, y así estarás más cerca como cuando estabas conmigo. Adiós, mi querido amigo.’
La insistencia y los argumentos de los hermanos y amigos no hicieron que cambiara de idea. El Kurava decidió privarse de alimentos hasta morir, y encerrándose en sí mismo no volvió a contestar.
En ese momento, los asuras se alarmaron en sus planetas. Duryodhana era su principal enviado en la Tierra y por su frustración, estaba a punto de abandonar la misión. Inmediatamente celebraron un gran sacrificio durante el cual llamaron a Duryodhana y lo convencieron de no dejar el cuerpo.
Después de unos días este abandonó su propósito y tomó el mando de las tropas, volviendo a Hastinapura.”
Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.
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