El relato continuó.
“Los últimos meses del exilio fueron los más difíciles para Yudhisthira. Era cierto que en esa temporada su esposa y sus hermanos ya no lo estaban haciéndo sopesar el hecho de ser el responsable de sus desgracias, pero la noticia proveniente de Hastinapura le preocupaba de un modo particular. Karna era el que mayormente más le inquietaba, porque era un amigo fiel de Duryodhana. Bhishma y algunos otros seguramente habrían luchado contra ellos, pero sin la pasión que empleaban estos en su lugar.
Para calmar la ansiedad de Yudhisthira, tomaron la decisión de moverse y regresar a Kamyaka.
Un día, Jayadratha, el Rey de Sindhu pasaba con su caravana por la vivienda de los Pandavas. En aquel momento solo estaban en la cabaña Draupadi y el Guru Dhaumya. En el momento en que el monarca pasaba a la cabeza de sus tropas, Draupadi salió y este la vio en la puerta, radiante como la más bella de las Apsaras. Ante esta maravillosa visión, Jayadratha, conmocionados sus sentidos, no pudo más continuar la marcha.
‘Kotikasya, amigo mío’, dijo el monarca, ‘¿ves tú también la belleza extraordinaria que está en el umbral de la cabaña, o es un espejismo causado por el cansancio? No, yo sé que es verdadera. Quiero que sea mía sin importarme si es una Apsara, una Kinnari, una Yakshi, una diosa, o que perteneciera a otra especie humana o celeste. Por favor, ve adonde ella y pregúntale su nombre y el de su familia.’
Este último, que era el Rey de Trigarta y un amigo íntimo de Jayadratha, hizo lo que se le pidió. Volvió en breve tiempo con la noticia.
‘Amigo mío, pusiste tus ojos en quien no tenías que ponerlos. Esa mujer es de la especie humana, más es la esposa de cinco hombres tan poderosos como los Devas. Es Draupadi, la hija de Drupada y la esposa de los hermanos Pandavas. Contra ellos no hay nada que hacer. Es mejor no molestarlos. Vámonos.’
Pero Jayadratha ya no podía razonar. Impulsado por el destino, y turbado ante tanta hermosura, no escuchó para nada el sabio consejo de su amigo y se precipitó en persona en la cabaña. En un primer momento se comportó amablemente, pero luego, cuando Draupadi vio sus verdaderas intenciones, trató de expulsarlo. Pero este no razonaba en términos de lo que estaba bien o de lo que estaba mal; solo quería que ella fuera de él. A pesar de estar ante la presencia del santo Dhaumya, él la agarró y la arrastró lejos, mientras ella desesperadamente gritaba el nombre de sus maridos.
Mientras tanto, Yudhisthira había notado unos extraños presagios que le habían alarmado.
‘Bhima, observa cómo los chacales están aullando y todo el lado izquierdo de nuestro cuerpo está siendo sacudido por temblores incontrolables. Va a suceder alguna desgracia. Nosotros estamos aquí y no corremos peligro alguno, pero Draupadi se encuentra en la cabaña sin protección. Vamos allá de inmediato, y esperemos que no haya ocurrido nada grave.’
Cuando llegaron, de inmediato se dieron cuenta de que algo había sucedido. Enseguida los asistentes les contaron del secuestro. Más rápido que las águilas tomaron las armas y persiguieron a la milicia de Jayadratha. Tan pronto les avistaron, lanzaron sus gritos de guerra, aterrorizando a los soldados que ya conocían la fama de los Pandavas.
En cuestión de minutos se abalanzaron sobre el enemigo y causaron una auténtica matanza. Al ver a su ejército puesto en fuga y con sólo cinco hombres, Jayadratha temió por su vida y escapó precipitadamente con Draupadi en el carruaje. Aún no renunciaba. Pero Bhima y Arjuna lo vieron, y viendo a su esposa prisionera en el carruaje, corrieron en su persecución gritando furiosamente.
Al verlos acercarse y entendiendo que iban a llegar en pocos momentos, el Rey abandonó el carruaje y huyó solo, a pie. Mientras Arjuna permaneció cuidando de su esposa, Bhima extendió la mano y le dio una palmada duramente. Sólo gracias a la intercesión de Draupadi lo dejaron con vida; solo se le privó de la corona y se le cortó el pelo con la hoja de la espada. Lo arrastraron ante la presencia de Yudhisthira y el virtuoso Pandava se apiadó.
‘Nosotros no vamos a matarte’, le dijo, ‘porque no queremos que nuestra querida prima Duhssala se convierta en una viuda tan joven. Bhima, ya es suficiente castigo; déjalo ir. Y no vuelvas a intentar tomar por la fuerza a mujeres indefensas en contra de su voluntad’, le aconsejó a Jayadratha.
Jayadratha se fue sin decir nada, pero nunca fue capaz de olvidar la humillación.
Con el transcurso del tiempo él realizó un ascetismo severo, sólo para tener el poder de tomar venganza y derrotar a los Pandavas. Pasó muchos años meditando y mortificando el cuerpo y la mente en las orillas del Ganges, hasta que por fin se le apareció Shiva, quien quería saber la razón que lo había impulsado a hacer tantas austeridades.
‘Quiero, oh Shankara, la fuerza necesaria para superar a los Pandavas en la guerra’, dijo.
‘Estás pidiendo algo imposible’, respondió la deidad. ‘Siempre y cuando Krishna esté de su lado, no podrás contra ellos. Ni siquiera yo mismo, con todo el apoyo del ejército de los Devas, podría hacer una cosa similar. Krishna y Arjuna son invencibles, pero si te aseguras de encontrarte en frente de los otros cuatro Pandavas sin que Krishna y Arjuna estén cerca, entonces sí podrías superarlos. Aun así, no se les puede matar sólo retándolos en un duelo.’
Jayadratha no podía hacer nada contra lo acontecido.
En los días posteriores al incidente, el Rishi Markandeya volvió y Yudhisthira estuvo encantado con sus historias y sus sabios consejos.
‘Creo que he tenido una vida desgraciada’, dijo Yudhisthira. ‘Siempre hemos sido perseguidos por nuestros enemigos y por la adversidad y nunca hemos podido disfrutar de un largo período de calma. Dime, ¿ha habido alguna vez un Rey tan lamentable, como yo?’
‘En comparación con otros, no te puedes quejar’, le dijo el Rishi. ‘¿Recuerdas que te narré la historia de Nala?
Hoy les voy a contar la historia sagrada de Rama, quien se encontraba en el exilio como tú, en el bosque, pero sin la compañía de tantos Brahmanas y amigos y la mayor parte del tiempo privado de la compañía de su esposa. Escuchad.’
Después de haber recitado el famoso Ramayana del Rishi Valmiki, Markandeya le contó cómo Savitri le hizo frente a Yama con el único poder del amor por su marido.
Esto sucedió durante unos meses al final del año número 12.”
La misteriosa voz, satisfecha, le dijo:
‘Has respondido bien a mis preguntas y mereces un premio. Retornaré a la vida a uno de tus hermanos. Dime, ¿a quién prefieres tener contigo más que a los otros?’
‘Que Nakula sea devuelto a la vida.’
‘¿Por qué Nakula, la voz le preguntó con un tono de sorpresa, y no Bhima, el de la fuerza sobrehumana, o Arjuna, el del valor incontenible? En la guerra hay que luchar, uno de estos dos te sería de mayor ayuda.’
‘Si se trata del destino que tres de mis hermanos mueran, también he de asegurar la satisfacción de Madri, y es justo que regrese con vida uno de sus hijos. Kunti ya me tiene mí, Nakula representará a la otra esposa de Pandu.’
Hubo un momento de silencio y a continuación, la voz habló de nuevo.
‘Estoy muy feliz con tu rectitud y sabiduría y voy a revivir a todos tus hermanos. Sabed que soy Yamaraj, tu padre, y he vuelto porque quería probarte. Fui yo quien tomó el bastón del Brahmana y quien procuró aquella sed intolerable. Estoy muy orgulloso de ti. Yo te bendigo: que nunca puedas desviarte de la senda de la virtud.’
Después de recuperar el bastón, los Pandavas regresaron al ashrama.
En aquellos días expiró el duodécimo año del exilio.
Ahora tendrían que pasar un año sin ser reconocidos por nadie, de lo contrario se verían obligados a retornar al bosque durante otros doce años. El tema más discutido en cuestión fue el lugar donde tendrían que ir durante ese último período del exilio.”
Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.
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