La historia de Karna

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“Vamos a recordar cómo Kunti, antes de su matrimonio con Pandu, tuvo un hijo con Vivasvan, el Deva del sol.

Karna es uno de los personajes principales del Maha-bharata, por lo tanto, nuevamente debemos retroceder en el tiempo para descorrer las páginas de la historia de esta particular figura, hasta el momento presente.

Abandonado en la corriente del Ganges y seguido por una chica que cotejaba desde la orilla, la cesta con el bebé había sido tomada por Atiratha y su esposa Radha. Sin saber quiénes eran los padres que lo habían abandonado, los dos, que no tenían hijos, habían decidido adoptar al niño.

 

Los años habían pasado y Karna había crecido.  

Atiratha pertenecía a la casta de los Sutas, los cuales eran responsables de guiar los carros de los Kshatriyas. Siendo aquella su actividad natural, había tratado de enseñar a su hijo, introduciéndolo en los secretos del oficio, pero siempre, desde la infancia, Karna se había negado a seguir a su padre. No le gustaba ni conducir los carros ni recibir órdenes de los guerreros. Por el contrario, permanecía encantado con solo ver un arco, una espada o a un famoso guerrero montado en su caballo. Él quería ser un Kshatriya, no un Suta.

Cuando habló con el padre, este estaba un tanto dudoso, consciente de lo complicado que era en aquel entonces cambiar de funciones de trabajo correspondientes a la casta de nacimiento. Durante años había tratado de que cambiara de idea, pero fue en vano: Karna quería ser un soldado a toda costa.

Así que un día su padre le dijo:

“No puedo enseñarte a luchar, pero si realmente quieres aprender, habrá que encontrar un maestro para que te instruya porque no podrás hacerlo solo.”

Karna, impulsado por la fuerte naturaleza guerrera que siempre había sentido dentro de sí mismo, al llegar a la justa edad, dejó la casa y comenzó a buscar un maestro digno que lo iniciara en las nobles artes marciales. Pero aquella, lamentablemente, no era la única preocupación que alteraba la vida del desafortunado: otro problema le turbaba enormemente. Su padre le había dicho cómo había sido recogido de las aguas del Ganges y el misterio que rodeaba su nacimiento. El deseo de descubrir su verdadero origen había pesado siempre en su corazón de manera determinante.

 

En sus viajes en busca de un Guru, lo encontramos incluso en Hastinapura, donde fue parcialmente rechazado por Drona. Pero Karna no había jurado lealtad eterna a este maestro en particular. Su fuerte deseo era convertirse en un Kshatriya, por lo que cualquier maestro, si estaba calificado, estaría bien. Pero nadie había sido capaz de aceptarlo como discípulo por lo humilde de sus orígenes.

Desde aquel entonces la respuesta que recibió fue la misma:

‘Eres el hijo de un Suta, no puedo aceptarte como discípulo.’

Por fin decidió correr un gran riesgo: ir a donde Parasurama y cuando este le preguntara sobre su familia, le mentiría.

«Si digo que soy un Suta, pensó, me va a rechazar, y si en lugar afirmo ser un Kshatriya me rechazará lo mismo ya que odia a los Kshatriyas. Así que voy a tener que decirle que soy un Brahmana.»

Las consideraciones de Karna eran correctas; de hecho, cualquiera que conozca la historia de Parasurama sabe que este era una encarnación divina que vino a la tierra para destruir a toda la raza guerrera, cosa que ya había hecho en veintiuna ocasiones. En esa misma índole existía en él un fuerte odio hacia la clase de los Kshatriyas que habían luchado con tanta dureza. Presentarse como tal hubiera sido aún menos recomendable que mostrarse como como un Suta.

 

Había viajado durante días, hasta que llegó al lugar de retiro del sabio en el Himalaya. Al verlo, por un momento vaciló. La apariencia de Parasurama era realmente terrible: alto e imponente; una figura fuerte y poderosa. Estaba vestido con ropa sencilla de asceta y llevaba el pelo recogido en un solo punto por encima de la cabeza. Pero lo que le había llamado más la atención de manera particular eran sus ojos, que brillaban como carbones ardientes y una fuerte energía mística que emanaba de todo su ser. Después de ofrecerle reverencias, Karna le dijo:

“Respetable Rishi, soy el hijo de un Brahmana, y he llegado hasta ti para aprender el arte de utilizar las armas. Acéptame como discípulo y por lo tanto te serviré con todo mi ser.”

Así, Parasurama lo mantuvo con él adiestrándolo en los secretos más ocultos de la ciencia militar.

 

 

Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.

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