“Llegó el día de la salida.
Incluso Vidura había notado que había algo extraño en el viaje organizado de los nietos y que los hijos de Pandu podrían estar en peligro. Tras indagar los antecedentes de la organización del viaje, se puso al tanto de la conspiración criminal, pero había preferido no disolverla, ya que sería inútil: Duryodhana seguramente habría de esperar otra oportunidad para eliminar a los Pandavas. Por lo tanto, durante la partida, hablando un dialecto que sólo unos pocos sabían, envió un mensaje secreto a Yudhisthira, quien lo comprendió y sonrió agradecido. Acompañados por Kunti, los Pandavas partieron.
Avisados por Vidura, no pasó mucho tiempo sin que notaran cómo estaba construida la casa, por lo que decidieron no confiar en nadie y estar siempre alertas.
Durante el día y la noche siempre había uno de ellos que estaba de guardia, y esto hacía que fuera imposible prender en fuego a Purochana. Pero aquella situación no podía durar para siempre.
‘No podemos continuar así para siempre, reflexionó en voz alta Yudhisthira. Un día habrá que hacer algo. Tenemos que elegir si deseamos confrontar abiertamente a nuestros primos u ocultar la espera hasta tiempos mejores.’
Bhima era del parecer que no tenían ninguna necesidad de ocultarse, que con su fuerza física podían atacar y destruir a los malvados, pero en realidad no era tan fácil.
Era cierto que eran capaces de vencer a los primos en un duelo, pero ellos no estaban solos, ya que tenían de su parte a personas como Bhishma, Drona, Kripa, Karna, Asvatthama y a muchos otros aliados que en caso de conflicto se unirían a ellos.
Ciertamente, la mayoría de las personas estaban más emocionalmente ligados a los cinco hermanos que a los hijos de Dhritarastra, pero en caso de conflicto no podrían ayudarles como aliados militares por estar en deuda con la corte, donde habían vivido cómodamente y recibido todo tipo de honores durante muchos años. En caso de guerra, tendrían que luchar contra los Pandavas y esto les impediría cualquier posibilidad de victoria. Prácticamente todos les mostraban su aprecio, pero nadie podía brindarles ayuda concreta.
La situación era más complicada de lo que parecía. Ellos estaban indecisos sobre qué hacer.
La idea justa vino del buen viejo tío Vidura. Enviado en secreto por este último, un minero de confianza llegó a Varanavata, donde fue muy bien recibido por los Pandavas.
‘Mahatma Vidura me ha enviado a donde ustedes’, les dijo, ‘y quiere saber cómo están.’
‘Estamos bien’, contestó uno de los Pandavas, ‘pero como puede ver, estamos amenazados por un grave peligro. Esta casa se puede quemar en unos instantes y corremos el riesgo de que arder todos vivos.
Vivimos en un estado de alerta constante. Y luego, ¿qué hacer para resolver definitivamente la amenaza que Duryodhana representa para nosotros?’
‘Vidura me ha explicado la situación’, dijo el minero, ‘y me envía para decirles que no se preocupen. Él les aconseja que se oculten por un tiempo para que puedan prepararse en caso de una guerra. Quemen la casa ustedes mismos, de manera que todo el mundo piense que probablemente estén muertos, pero en realidad huirán a los bosques.’
Los Pandavas acogieron con entusiasmo el consejo.
A los pocos días de duro trabajo, el experto cavador fue capaz de construir un túnel que conducía a un bosque espeso en las afueras de la ciudad. Iban a empezar tiempos difíciles, pero por lo menos, en un sentido, la situación mejoraría. Con aquellas acciones, al fin Duryodhana habría sido descubierto por completo.
En una noche sin luna en la que los ayudantes, sin el conocimiento de los Pandavas, habían albergado a una mujer con cinco hijos, le prendieron fuego a su casa en donde también dormía Purochana en ese momento. A medida que las llamas se elevaban altas e incontrolables, los Pandavas y su madre huyeron por el túnel y en pocos minutos se encontraron al aire libre, en el bosque, a salvo.
El plan se logró plenamente y nadie sospechó nada.
En Hastinapura todos derramaron lágrimas amargas por la muerte de sus queridos príncipes. Incluso Vidura y Bhishma, al conocer el hecho, se vieron obligados a llorar y a desesperase con el fin de no despertar sospechas. Dhritarastra, quien era un Rey ciego de cuerpo y de espíritu se dio cuenta de que no había sido una desgracia; en un sentido estaba verdaderamente acongojado, pero por el otro lado estaba contento porque de esa manera Duryodhana habría de heredar el poder y encontrar la serenidad perdida debido a su envidia desenfrenada.”
Esta es una sección del libro “Maha-bharata Vol. 1”, en Espanol.
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