Los hermanos Rakshasas

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“Pero volvamos a los Pandavas,” dijo Vaishampayana.

“La fuga de los cinco hermanos era tan afanosa que Kunti no pudo mantener el paso. Bhima tomó entonces a su madre en sus hombros para que pudieran correr más rápido. Esa noche caminaron un largo trecho en ese bosque denso poblado solamente por los animales de la selva y los Rakshasas.

Unas horas más tarde, cuando creían que ya estaban lejos de Varanavata, se detuvieron a descansar.

‘Ahora estamos a salvo’, dijo Bhima. ‘Es inútil seguir corriendo en medio de la noche. Además, nuestra madre está cansada y necesita dormir. Ustedes también tienen que recuperar el aliento. Voy a preparar unos lechos para que puedan dormir cómodamente. Debido a que no estoy cansado, voy a hacer la guardia.’

Desde que empezó la aventura, Bhima había estado extrañamente tranquilo y no había comentado mucho sobre el desarrollo de su situación. Los hermanos también habían notado que durante los últimos días había hablado poco y que frecuentemente se encontraba pensativo. Pero en ese momento, en vista de que su madre se preparaba para dormir al aire libre en un bosque salvaje, solamente bajo el abrigo de un árbol, ya no pudo contener su ira.

‘¿Cómo pueden estar tan tranquilos?’ preguntó. ‘¿Cómo pueden tolerar una situación como esta? ¿No ven cómo estamos reducidos? Nuestra madre, que merece todos los honores, se ve obligada a correr en el bosque por la noche para escapar de un enemigo, como si no tuviera a nadie capaz de protegerla.

Nosotros tenemos que dormir en el suelo en un lecho de hierba de manera similar a los mendigos. ¿Por qué estamos huyendo como si tuviéramos un enemigo a quien no pudiéramos derrotar?

Poco bastaría para resolver de una vez por todas el problema causado por el impío hijo de Dhritarastra. Tomemos nuestras armas y corramos a Hastinapura, afrontemos a Duryodhana y a sus dignos compañeros cara a cara y terminemos con ellos.

En cambio, si no quieren hacerlo, yo solo lo haré todo.  Con la fuerza de mis brazos destruiré a nuestros malditos primos y a todos sus aliados.’

‘No digas esas cosas, Bhima’, dijo Yudhisthira. ‘No podemos responder al malvado con maldad. Tenemos que tratar de hacer cualquier cosa para evitar la confrontación armada y pensar bien lo que podría significar una guerra.

Todos nuestros familiares, amigos y conocidos estarían implicados y nosotros no podemos matar a nuestros padres, tíos, primos, abuelos, maestros y amigos. Ten paciencia.

La guerra debe ser el último recurso. Cuando realmente nos demos cuenta de que no existe otra salida, entonces, pelearemos en contra de ellos.

Cuando veamos que no hay nada más que hacer, entonces iremos a la guerra, porque en esa situación no estaríamos transgrediendo las leyes divinas.’

Arjuna, Nakula y Sahadeva estaban de acuerdo con su hermano mayor. Bhima insistió de nuevo, aprovechando muchos otros argumentos, todos respaldados por la evidencia de las Escrituras, pero no logró convencerlos. Sus hermanos harían todo con el fin de evitar una guerra sangrienta.

 

Se durmieron.

Sólo Bhima se mantuvo despierto, sentado en una roca. Al ver a su madre y hermanos durmiendo en el suelo, una rabia incontrolable le quemaba el corazón, de forma tan violenta que continuamente se mordía los labios hasta el punto de que le sangraban. Habría dado cualquier cosa con tal de agarrar su maza y correr a Hastinapura para masacrar al enemigo, pero no podía desobedecer a Yudhisthira, que era el hermano mayor, a quien él respetaba y amaba por encima de todo. Pero lo que él le ordenaba a su cuerpo, no había sido capaz de hacerlo a su propio corazon, siempre convencido de querer una sola cosa: la destrucción de todos los hijos de Dhritarastra. En su mente no podía haber nada más que pensamientos de venganza.

 

Era de noche.

No muy lejos de su campamento vivían un Rakshasa de nombre Hidimba y su hermana Hidimbi. Durante años, los dos habían sembrado muerte y dolor entre los habitantes de esa región, quienes temblaban simplemente por oír hablar de ellos. Y sucedió que, a pesar de la distancia, Hidimba sintió su presencia.

‘Huelo carne humana’, le dijo a la hermana. ‘Tiene que haber hombres no lejos de nosotros. Ellos deben ser extranjeros. ¿No saben ellos que este es mi bosque? Qué locos fueron al aventurarse a venir a un lugar como este, sin saberlo.

Hermana, ve por allí inmediatamente. Tengo hambre, así es que acaba con ellos y me traes su carne.’

Hidimbi obedeció prontamente y corrió en la dirección que su hermano le había indicado, hasta que llegó a la escena.

Allí vio cinco figuras que estaban durmiendo y una que estaba de guardia sentada sobre una roca: era un hombre, de mirada furibunda, apretando los puños con ira y murmurando amenazas graves. Mirándolo mejor, se dio cuenta de su noble porte, de su potente cuerpo y de sus magníficas características. Fue entonces cuando las flechas de Kamadeva golpearon en el corazón de la Rakshasi, quien abandonó sus pensamientos homicidas.

‘¿Cómo se puede matar a un hombre tan hermoso y noble?’ pensó. ‘Nunca lograría hacerlo. Me gusta, ha embrujado a mi corazón y ni siquiera puedo pensar en tener que eliminarlo. En cambio, voy a utilizar mis artes para persuadirlo a que me acepte como esposa y que me ame.’

Raptada por el amor hacia Bhima, se olvidó del hermano demoníaco que mientras tanto, se estaba volviendo cada vez más impaciente por disfrutar del delicioso banquete que le sería servido por Hidimbi. Por eso, cuando después de los primeros momentos de confusión ella recordó de su misión, se le cayó el mundo encima.

‘Si no obedezco’, pensó, ‘mi hermano es capaz de matarnos a todos.’

Durante un tiempo fue torturada por la incertidumbre, entonces el fuerte sentimiento de amor que había embrujado inexorablemente su corazón se impuso sobre el miedo, por lo cual asumió el aspecto de una joven atractiva, y saliendo de su escondite fue al encuentro de Bhima. Cuando este la vio sospechó de inmediato que la joven ocultaba algo extraño.

‘¿Quién eres?’ le preguntó. ‘¿Qué hace una joven como tú en un bosque infestado de animales salvajes y de Rakshasas? ¿Eres tú una Rakshasi? Sabemos que estos seres demoníacos pueden tomar cualquier forma, incluyendo la de una mujer joven y bonita.’

Ni siquiera trató de mentir; sabía que tenía poco tiempo para salvarlo del cruel hermano.

‘Soy Hidimbi, la hermana del Rakshasa Hidimba’, admitió. ‘Mi hermano sintío la presencia de ustedes y me envió aquí a matarlos para saciar su hambre. Pero, después de verte siento que no puedo hacerlo. Corren un peligro mortal. Por favor, huyan de inmediato. Hace mucho tiempo que me fui, así que mi hermano pronto comenzará a sospechar por la demora y vendrá en persona.’

Bhima entendió el sentimiento que impulsó a la Rakshasi para advertirle a ellos, pero no sintío aprensión alguna.

‘Si tu hermano quiere venir a luchar, que venga también’, respondió con un encogimiento de hombros. ‘Y si quiere alimentarse con nuestros cuerpos, se los tendrá que ganar. Mi madre y mis hermanos han caminado durante toda la noche y están cansados; sin duda, yo no los voy a despertar por un Rakshasa.’

‘Mi hermano tiene la fuerza de cientos de elefantes, respondió la joven, algo sorprendida por esas palabras. Nadie nunca ha logrado ganarle en un duelo. Por favor, no sabes lo que dices, huyan sin perder más tiempo.’

Bhima no se impresionó por la descripción de la fuerza del Rakshasa y continuó diciéndole que no tenía intención alguna de molestar a su familia.

Mientras tanto, el hambriento Hidimba empezó a preguntarse la razón del retraso y empezó a patear de la impaciencia; después de un tiempo, pensó que lo mejor era ir y ver por sí mismo lo que estaba pasando. Uno puede imaginarse la rabia y el asombro del demonio cuando llegó al lugar y se encontró con que su hermana estaba hablando con el desconocido, y llegó a oír lo que le decía. Cuando le oyó advirtiéndole del peligro, un violento golpe de ira le nubló la visión y gritó con una furia inaudita:

‘¡Voy a matarlos a todos!’

Se lanzó hacia ellos. Al ver llegar al amenazante Rakshasa, Bhima se levantó y corrió hacia él.

La colisión de los dos cuerpos fue tan violenta que produjo un fuerte ruido como el de un trueno. La lucha rápidamente se tornó furiosa. Una nube de polvo rodeaba a los dos oponentes que luchaban con todas las armas que estaban disponibles, incluyendo árboles y rocas.

El clamor de la batalla despertó a los hermanos y a la madre, quienes inmediatamente se dieron cuenta de la situación. Arjuna quería intervenir, pero los dos cuerpos estaban tan cerca uno del otro y se movían con tal rapidez que hubiera sido fácil pasar por alto el objetivo, por lo que decidió dejarlo en manos de Bhima.

Fue después de varias horas que la terrible batalla se resolvió a favor del Pandava. Agarró al Rakshasa con mano de hierro y confiando en su poderosa rodilla empujó su brazo hacia el cuello y con el otro brazo lo colocó sobre las piernas, rompiéndole su columna vertebral. Hidimba lanzó un grito aterrador y pereció. Era de madrugada y la salida del sol marcó el final del combate.

Después que la noche hubo pasado, los Pandavas se dispusieron a salir de ese lugar y recogieron las cosas que habían traído con ellos. La Rakshasi Hidimbi seguía allí, mirando a Bhima sin decir una palabra.  Incluso cuando se pusieron en marcha, los siguió, sin hablar.

Kunti, que había comprendido los sentimientos de la mujer, le dijo a su hijo:

‘Bhima, esa joven te quiere como su marido. Ella nos ayudó, poniéndose en contra de la voluntad de su hermano. Ahora no tiene a nadie que la pueda proteger y creo que debes aceptarla y corresponder a sus sentimientos.’

‘Pero Yudhisthira no está casado todavía’, dijo Bhima, ‘y no es adecuado que yo lo haga antes que él sin su consentimiento. Por lo tanto, pregúntale a mi hermano mayor y si él no tiene ninguna objeción, me casaré con esta Rakshasi.’

Yudhisthira dio su consentimiento, y el mismo día los dos se casaron y se fueron solos por un tiempo.

 

De su unión nació un hijo, Ghatotkacha, que pronto se hizo tan fuerte como su padre. Después, Bhima se despidió de su esposa e hijo y se reunió con su familia, y luego continuaron su viaje.”

 

 

Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.

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