Rama estaba serio, controlado, como si el gozo de la victoria no lo tocara. Todos lo miraban. Había algo extraño en sus palabras. ¿Por qué había dicho que Vibhisana quería verla? Hanuman corrió hacia Sita. La encontró desconsolada, sentada bajo el mismo árbol en el mismo jardín. Cuando lo vio, su rostro se iluminó. Sus ojos, ansiosos, lo cuestionaron.
“He venido a traerte noticias de los últimos eventos,” dijo Hanuman sonriendo. “Tu sufrimiento ha terminado. Este injusto encarcelamiento ha llegado a su fin. Finalmente eres libre. Lanka fue conquistada y Ravana fue asesinado junto con sus familiares y generales. Ahora Vibhisana es el Señor de Lanka y quiere verte. Entonces, alístate. Te llevaré con él.”
Tal fue la alegría que Sita sintió en su corazón, que no podía pronunciar ni una palabra. Hanuman miró a las guardianas que intentaban esconderse, aterrorizadas.
“Princesa,” dijo Hanuman con el ceño fruncido. “Si quieres puedo matar a estas Rakshasis que te han causado dolor durante tanto tiempo.”
“No, valiente Hanuman,” dijo Sita con una dulce sonrisa, “no las lastimes. Eran esclavas y actuaron solo porque fueron obligadas por las órdenes de Ravana, quien ya recibió el justo castigo. No quiero más venganza, no quiero más sangre. No les hagas daño.”
Así, le concedió la libertad a todas y luego se preparó para encontrarse con Rama.
Mientras tanto, Vibhisana y Rama, esperando la llegada de Sita, estaban hablando entre ellos.
“Por fin ha llegado el momento en que podrás ver de nuevo a tu Sita,” dijo Vibhisana.
Pero Rama no respondió. Con la mirada perdida, absorto en pensamientos profundos, permaneció en silencio. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
Sita subió al palanquín para ser llevada frente a Rama mientras los Raksasas mantenían a raya a la multitud que quería verla. Rama escuchó que había un cierto clamor fuera de la puerta y miró por la ventana.
Vio que todos se habían retirado para dejar pasar el palanquín y eso no le gustó. Ordenó que hicieran que Sita caminara hacia él.
Cuando le dijeron a Sita el deseo de su marido, salió de la litera sin hacer ningún comentario. Vibhisana comprendió que había algo extraño en la mente de Rama. Hacer que Sita viniera a pie y pasara entre la multitud era una falta de respeto hacia ella. Janaki entró en el gran salón que había sido de Ravana y cuando vio a Rama, no pudo decir nada. Solo pudo contemplar ese hermoso rostro tan parecido a la luna.
“Hoy celebramos esta importante victoria,” le dijo Rama, “con la que fuiste liberada. Así que he vengado mi honor. Todo esto fue posible gracias al valor de Hanuman, Vibhisana, Sugriva y todos los demás. Ahora eres libre, puedes hacer lo que quieras. Pero debes saber que no puedo aceptarte como esposa, porque hay dudas sobre tu pureza. Si te aceptara, el descontento aumentaría en la gente y ya no me respetarían. Cuando no se respeta a un rey, todo se desmorona y la gente sufre. Quiero que todos sean felices en su lugar. Haz lo que quieras, entonces, pero no puedo aceptarte sin tener prueba de tu pureza.”
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