Ravana pensó durante mucho tiempo en lo que había sucedido y decidió acudir a Maricha en busca de consejo. Confiaba mucho en Maricha y cuando había situaciones de emergencia siempre acudía a él.
Maricha era el hijo de Tataka, el mismo que había perturbado los sacrificios de Visvamitra, y, se recordará que en el curso de la pelea había sido arrojado a muchas millas de distancia por un arma de Rama. Desde ese día el Raksasa se había dedicado a llevar una vida más virtuosa y se había convertido en un asceta en el bosque.
Ravana le contó toda la historia y luego le preguntó qué pensaba de la idea de secuestrar a Sita. Maricha no parecía entusiasmado en absoluto con el proyecto.
“Ya tuve la oportunidad de encontrarme con Rama en combate,” dijo Maricha, “y el consejo que puedo darte es este: no lo molestes por ningún motivo, porque cuando está enojado puede destruir el mundo entero con todas las criaturas que se encuentran allí. Esto va en serio. Déjalo en paz, y también a su esposa y a su hermano. Tienes todo lo que podrías desear en la vida. No lo estropees por orgullo. Regresa tranquilamente a Lanka y disfruta de la vida en compañía de tus reinas y fieles amigos. Te lo repito, no molestes a Rama.”
Maricha tenía un fuerte control sobre Ravana, quien se convenció de que esto era lo mejor que podía hacer y regresó a Lanka.
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