“Fue Draupadi quien a la mañana siguiente llamó a la guardia.
¡Ven! ¡Mira lo que le ha sucedido a tu general! Mira lo que ocurre con los que son hostiles con el Gandharva. ¡Su vida no vale nada!’
Inmediatamente los soldados corrieron a avisar a Virata y a Sudeshna, quienes acudieron al lugar de la terrible masacre. Todos derramaron lágrimas por aquella tragedia.
El funeral de Kichaka tuvo lugar al día siguiente. Alrededor, había mucho descontento, especialmente entre los familiares y amigos del muerto, quienes cuchicheaban todo el tiempo. Por eso, cuando lo que quedaba de aquel cuerpo destrozado fue colocado en la pira, uno de sus hermanos dijo:
‘Ya que nuestro valeroso Kichaka estaba tan enamorado de esa mujer que le quitó su vida, que al menos pueda tenerla después de la muerte. Vamos a prenderla y enterrémosla con él. Que esta sea nuestra venganza.
Tan fuerte estuvo gritando que se volvió en dirección de Virata quien no se opuso a ello ya que, incluso sin Kichaka, eran el clan más poderoso de la ciudad; de este modo permitió que la multitud entrara en el palacio real e irrumpiera en la sala de Draupadi, quien estaba aterrada y fue arrastrada a la pira.
Bhima oyó la gritería y no tardó mucho en darse cuenta de lo que sucedía. Enmascarado, con el fin de no ser reconocido, corrió al lugar, arrancó un árbol y se metió en el medio de la multitud como un dios de la muerte, y fue tan veloz en sus acciones que incluso antes de que los familiares de Kichaka pudieran darse cuenta de lo que estaba a punto de suceder, en unos pocos minutos fueron exterminados decenas de ellos. Sólo unos pocos lograron darse a la fuga.
En breves instantes, el campo se había convertido en un vasto cementerio y Draupadi fue liberada de las cuerdas que la ataban.
Nadie fue capaz de reconocer al autor de la masacre.
Tras el duro golpe de la muerte de Kichaka, la ciudadanía estaba horrorizada de que otra carnicería ocurriera. Se extendió el terror de que la furia del Gandharva no se había aplacado con la sangre, y ahora quería tomar venganza contra todos.
Fue la misma Draupadi quien quiso tranquilizar a la población hablándoles públicamente, y asegurándoles que la ira de su marido ya se había apagado. Pero Virata todavía estaba asustado.
Esa misma noche habló con su esposa.
‘Esta mujer es demasiado hermosa y su marido es demasiado fuerte. No podemos correr más riesgos. No debe permanecer más tiempo en la ciudad. Dile que se vaya y que busque otro lugar donde alojarse.’
Cuando Sudeshna le comunicó a Draupadi la decisión de su marido, ella le dijo:
‘Estimada amiga, déjame permanecer solo durante trece días, y luego me marcharé. De este modo no provocaré la ira de mi maridos.’
Teniendo en cuenta que se trataba de un corto período de tiempo, Virata estuvo de acuerdo. De hecho, faltaban exactamente trece días para que terminara el último año de su exilio.”
Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.
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