Vyasa engendra tres hijos

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“Vicitravirya vivió felizmente con sus reinas, pero no por mucho tiempo: una enfermedad mortal lo atrapó siendo aún muy joven.

Satyavati estaba desesperada: había perdido a su marido y sus dos hijos en muy poco tiempo, y la raza más prestigiosa de Bharata estaba en peligro de extinción. El único que podría restablecerla era Bhishma, pero cuanto más ella trataba de inducirlo para que tuviera hijos con las mujeres de su hermanastro, más enérgicamente este rechazaba la idea, recordándole a su madrastra el voto de brahmAcharya. La situación era grave: ¿qué se podía hacer?

En ese momento, con mucha vacilación, Satyavati le reveló a Bhishma un secreto.

‘Creo que es el momento de confiarte algo de mi pasado que siempre he mantenido en absoluto secreto. Como sabes, nací de una Apsara, quien después de darme a luz me dejó caer en el río, en el que fui tragada por un pez. El pescador que me encontró en el vientre del pez me adoptó. En aquel momento yo no tenía el olor fragante que tengo ahora, por el contrario, emanaba un olor a pescado insoportable. Un día me vio el sabio Parashara, quien se sintió tan atraído por mí que deseó tener un hijo.

Yo no quería, pero él me convenció, diciéndome que recuperaría la virginidad inmediatamente luego del parto y que también él me iba a bendecir para que tuviera un agradable olor a flores del bosque. Así que di a luz a un niño a quien se le dio el nombre de Krishna Dvaipayana  Vyasa que se convirtió en el glorioso sabio que tú bien conoces.

‘Ahora’, continuó Satyavati, ‘de acuerdo a las reglas védicas, en momentos de situaciones excepcionales, como las que enfrentamos, los sabios que estén altamente calificados pueden fertilizar a las reinas con el fin de obtener descendencia de alta calidad. Este es sin duda el caso de Vyasa, que es ciertamente uno de los Rishis más austeros y espiritualmente avanzados, así como un miembro de nuestra propia familia.’

Bhishma encontró que la idea era buena y habló con Ambika y Ambalika, quienes aceptaron.

Satyavati envió un mensajero a la ermita de su hijo, quien, en vista de las circunstancias tan graves, lo aprobó.

Pero había un detalle que habría demostrado ser decisivo: Vyasa era muy alto y tenía un aspecto imponente que inculcaba temor; por las duras austeridades a las que se había sometido, su cuerpo era realmente desagradable a la vista. Por eso, cuando durante la noche él entró en la habitación de Ambika, ella, al verlo en la oscuridad sintió que se le congeló la sangre de terror y cerró los ojos.

En la primera luz del alba Vyasa llegó adonde Satyavati y le comentó:

‘Tu hija Ambika fue incapaz de soportar mi visión’, dijo el sabio, ‘y cuando me vio, cerró los ojos. Por esta razón, tendrás un nieto muy fuerte, pero privado de la vista tanto material como espiritual.’

La noche siguiente Vyasa entró en las habitaciones de Ambalika, quien pudo tolerarlo más que su hermana, pero no pudo evitar palidecer de miedo.

‘Este, tu segundo nieto’, le dijo Vyasa a Satyavati, ‘va a ser un gran hombre, pero como la madre se puso pálida al verme a mí, tendrá una tez blanca como la luna, y, además, no estará destinado a vivir mucho tiempo.’

Con el tiempo, Ambika dio a luz a un hijo ciego, como había sido previsto por Vyasa, y fue llamado Dhritarastra. Luego Ambalika dio a luz a un varón que fue llamado Pandu.

Después del nacimiento de los nietos, Satyavati llamó de nuevo a Vyasa.

‘Querido hijo’, le dijo ella, ‘estoy agradecida por haber permitido que las dos esposas de Vicitravirya tuvieran hijos, evitando así la extinción de una de las descendencias más nobles de Bharata-varsha. Sin embargo, Dhritarastra es ciego y no podrá gobernar normalmente mientras que Pandu, como tú mismo has predicho, no va a vivir mucho tiempo. Por lo tanto, dales más hijos a las dos reinas; de este modo no se correrá el riesgo y todo esto no habrá sido en vano.’

‘Haré lo que me pides’, respondió el sabio, ‘pero será una sola vez ya que las declaraciones védicas prohíben que tal acto se repita más de tres veces. Esta noche voy a visitar de nuevo a Ambika.’

Alertada por Satyavati, la Reina en ese momento estuvo de acuerdo, pero luego, pensando en la actitud imperativa y austera de Vyasa, se llenó de consternación y se arrepintió de haber aceptado tan fácilmente. La sola idea de aquel inminente encuentro le inspiraba miedo. Entonces, convenció a una amiga, una de sus asistentes, para que se colocara en su habitación esa noche, asegurándole que en la oscuridad no sería reconocida.

Inesperadamente, a la joven no le fue tan difícil; de hecho, ella fue muy amable con el sabio, quien le dijo:

‘Debido a que no fuiste perturbada por mi apariencia y sólo pensaste en hacer el bien, tendrás un gran hijo que será una encarnación de Dharmaraja, el dios de la justicia.’

Con el tiempo nació un niño que fue llamado Vidura.

Poco después del nacimiento, Vyasa retornó a su ermita en el Himalaya.

 

Esta es una sección del libro “Mahabharata, vol. 1”, en Espanol.

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